ABC (Sevilla)

El ‘gashego’ de los trenes

- JESÚS NIETO JURADO

LAPISABIÉN

Óscar Puente es una Evita a la inversa

ÓSCAR Puente quizá nunca se supo llamado a tan alta gloria. Buscarle las cosquillas a Milei, extender el ‘fango’ como una reacción pueril en las vísperas de las catalanas. Y feliz. Porque, aunque un refrán de su tierra diga que la lengua es un caudal sabiéndola manejar, aquí Puente sostiene y no se enmienda, que es lo suyo. Lo mismo en Salamanca que en Madrid, con dosier propio en Buenos Aires: ‘El gallego de los trenes quiméricos’. Querrá chamullar lunfardo, una nota en ‘La Nación’, que los boletos desde Jujuy a Ushuaia lo reflejen a él, cazador de estados alterados de la conciencia; él, parachoque­s con testostero­na de Pedro Sánchez.

Arriesgar relaciones diplomátic­as con la Argentina es un hito. Como la venida aquella de Evita, pero a la inversa. Puente, en realidad, se ha ido pareciéndo­se más al Puente de las viñetas. Era inevitable.

También ha tenido las criadillas de menospreci­ar los toros. Porque toca esa consigna y él no es un Page. Mas aquí lo mollar es lo rápido y lo pronto que un ministro, que debe vertebrar España, rompe las vértebras oceánicas que nos alejan de un país hermano. Puente no es la anécdota, es la categoría de lo que hay. A Ábalos, al menos, con sus cosas y su monocordia mañanera, no se le ocurrían estas bravatas que, en vista de los tiempos que vienen, nos pueden dejar sin ternera argentina. Puente es lo que nos toca, lo que exportamos. Estos, por contraste, hasta verán en Puigdemont un general San Martín. Y casi que se les comprende.

En la reflexión abrileña de Sánchez no cupo el pensar sobre la corte de los milagros ministeria­l que va adjunta al erario público. Con bueno ha ido a dar Puente, y en Argentina ya van viendo que la génesis de los males no era tanto Italia sino esta España tan corregidor­a de vicios personales.

Luego, en el esperpento, anda Albares, que merece capítulo aparte con un aire a aquel Fernando Galindo de ‘Atraco a las tres’ y una sonrisa señaladora de sus desvelos. Cuidador de los jardines donde, sobre el fango de marras, crecen plantas trepadoras, especies invasoras. Y él sonríe.

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