ABC (Sevilla)

Cigüeñas en las Atarazanas

Publicado el 2 de mayo de 2009

- ANTONIO BURGOS

DEBIERON de venir por San Blas, cuando Sevilla era una larga nostalgia anticipada y Ángela ya estaba preparando junto al Arco sus peroles para freír los calientes de la Madrugada. Otros años no las he visto. Deben de ser unas cigüeñas que el día de San Blas harían el paseíllo montera en mano, porque eran nuevas en esta plaza. Junto a la vieja plaza del Postigo. En estos días de Feria, cuando el Cerro de Santa Brígida apuntilla a la tarde, se las ve volver de darse un garbeo, volando más bajo que los altos vencejos. Menudo trabajo tienen los celestes controlado­res del espacio aéreo poético de Sevilla, entre las cigüeñas de las espadañas, los vencejos del Arenal, los gorriones de las aceras, los mirlos del Cristina, las palomas del Parque y las tórtolas turcas de la Ronda.

Las cigüeñas nuevas de las Atarazanas han puesto su alta casa morada frente a la blasonada el Marqués de Torrenueva. En la Lonja del Río, que desde mediados del siglo XIX se llama Dos de Mayo. Han sentado plaza en lo que fue collación de la sevillana Artillería, la de la vieja Fábrica y Maestranza, la que bautizó el callejero del Arenal con nombres y fechas de hazañas y héroes del Arma: Dos de Mayo, Velarde, Temprado. Han hecho su nido sobre una vieja chimenea salvada de la piqueta y con el castañeteo de su crotorar llaman la atención sobre esta reliquia de la arquitectu­ra industrial. Es una chimenea de ladrillerí­a, de planta cuadrada. Una obra del arte de los alarifes. Un vestigio de la Sevilla industrial milagrosam­ente salvado. La vieja ciudad campera y portuaria, la cabecera de la Flota de Castilla, se llenó de chimeneas industrial­es a fines del XIX. Eran como índices de ladrillo apuntando al cielo el futuro de progreso con la revolución industrial. El viejo barrio comercial del Arenal se hizo industrial. El Arenal fue a partir del XIX lo que ahora un polígono industrial. Los artilleros levantaron en la calle Dos de Mayo esta chimenea de su fábrica de cañones, que ahora ve volver a las cigüeñas cuando arrastran el último toro del atardecer. Toda la calle Adriano se hizo industria: hierros de la Acera del Negro, prodigioso­s motores eléctricos que los Moeckel trajeron desde Alemania al Baratillo, fábricas de los Aramburu, de los Fernández Palacios, almacenes de los Contreras. Junto a la vieja Sevilla comercial del muelle se levantó esta Sevilla de la revolución industrial.

Miro las cigüeñas sobre su alta chimenea en la calle Dos de Mayo y contemplo estas dos caras del barrio, frente a frente. En el almacén del Marqués de Torrenueva, la típica casa del comerciant­e cargador de Indias, de las que tantas había en el Arenal, como las que quedan en López de Arenas, como la de Antonia Díaz donde el almacén de los barrendero­s municipale­s. Era una casa con una amplia planta baja de almacén de mercancías, azacaneo de fardos para Veracruz y bocoyes para La Habana; con un entresuelo donde estaban las altas mesas de los tinteros y plumas de ganso del escritorio; y, arriba, el piso principal donde el comerciant­e vivía con su familia. ¿Era como una casa gaditana de comerciant­e del XVIII, o fue El Arenal el que exportó su anterior modelo de Puerto y Puerta de las Indias, río abajo, hasta la Bahía?

Las cigüeñas, desde lo alto de la chimenea de artillar navíos de la Flota de la Carrera de Indias en las Atarazanas, te evocan un pasado de fábricas de la Ronda rodeando los muros de Sevilla, del comercio en torno al muelle de galeones y galeras reales. A la hora de la siesta de mecedora y pericón de una antigua solterona suspirona de la calle Rodo, las cigüeñas hacen en estos días de Feria su más sonoro crotorar. Con sus picos, tocan el riá, pitá de sus palillos. Verás tú cuando, venid, ruiseñores, llegue el Corpus y desde su alta chimenea artillera las cigueñas de las Atarazanas le cojan el compás a los palillos de los seises...

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