El camino de vuelta de Emaús
Templo: Parroquia de los Sagrados Corazones (San Juan de Aznalfarache). Fecha: 5 de mayo. Hora: 18. Asistencia: abarrotado, fieles en la puerta, unas cuatrocientas personas. Presidencia: Adrián Ríos Bailón. Exorno: tres jarrones con flores blancas Música: coro propio
La entrada de más de un centenar de hombres hechos y derechos como trinquetes cantando a voz en cuello mientras tremolan una rosa roja en la mano no es cosa que se vea todos los días en nuestras iglesias. Pero tal como se describe fue el ingreso en el templo principal del Monumento de San Juan de los ‘caminantes’ del primer retiro de Emaús para hombres de la parroquia de San Juan Pablo II (Dos Hermanas).
A diferencia del sigilo que envuelve cuanto se desarrolla en las 48 horas que duran los retiros de Emaús, la misa –no podía ser de otro modo– es abierta a todos cuantos quieran acudir. ¡Y vaya si quisieron! La iglesia estaba a rebosar (muchas, cónyuges que los habían empujado) con una alegría desbordante y contagiosa. A ello contribuía enormemente la música, pegadiza al máximo, cuyo ritornelo se coreaba al unísono.
La misa empezó pues entre el entusiasmo lógico de la asamblea, mayoritariamente compuesta por fieles que han ‘caminado’. Es decir, el celebrante –también él, ‘caminante’ un par de años atrás– oficiaba a favor de querencia.
El pasillo entre el larguísimo altar y el retablo es tan estrecho que difícilmente permite los cruces entre los cuatro concelebrantes. Como además se sumaba un servidor del altar y tres lectores, el presbiterio no daba más de sí.
La homilía fue breve y ajustada al Evangelio del día, animando a los ‘caminantes’ a dar la vida a imitación de Cristo, que se dona a sí mismo, su pan y su alegría en cada eucaristía. A la hora de la acción de gracias, el padre Emmanuel Kan OCarm, francófono, comenzó a desgranar su testimonio con tanto lujo de detalles que un siseo creciente se adueñó de la iglesia hasta que el servidor del altar le recordó al oído las tres reglas básicas del retiro de Emaús. Con una amplia sonrisa, resumió su experiencia de modo impecable: «Siento que he resucitado, que mi fe ha renacido». La estruendosa ovación subsiguiente acreditó que recogía el sentir de muchos de los presentes, de vuelta del camino de Emaús.