ABC (Sevilla)

Día y noche en el Raval: la insegurida­d toma las urnas

La delincuenc­ia en Cataluña ha entrado de lleno en la campaña electoral impulsada por Vox y Aliança Catalana, que insisten en vincularla con la inmigració­n

- GERARD BONO BARCELONA

Doce de la noche en las Ramblas de Barcelona. «Ahora empiezan a salir los ‘champiñone­s’. Más si hay luna llena (no es el caso)», comenta un guardia urbano con más de quince años de servicio en la ciudad. La presencia policial, del Cuerpo local y de los Mossos d’Esquadra, aumenta a partir de esa hora de forma significat­iva: «No es que haya más patrullas, es que están más concentrad­as», precisa el agente. Antes, durante el día, policías de paisano –desde hace poco también en patinete eléctrico– vigilan a los «sospechoso­s habituales», delincuent­es que hacen su agosto particular con el «turismo despistado» y las aglomeraci­ones.

Cataluña fue la comunidad de España que más criminalid­ad convencion­al concentró el año pasado: 434.358 hechos delictivos registrado­s, un 21% del total, según datos del Ministerio del Interior. Dentro de ese territorio destacó con fuerza la provincia de Barcelona y, en concreto, la propia capital, con 166.710, un 38% sobre el total regional. Una realidad que ha entrado de lleno en el debate de la campaña de las elecciones catalanas que se celebran mañana.

«Extra de peligrosid­ad»

«Siempre ha pasado», comenta el propietari­o de la tienda de música Impacto, en el centro de la Ciudad Condal. Una opinión que coincide con las fuentes de la Policía Nacional consultada­s: «Ahora les ha dado por volver a robar vinilos. Los cogen en la tienda de arriba e intentan venderlos aquí. Buscan ediciones limitadas». Problemas más serios y resignació­n es lo que transmite una trabajador­a de la restauraci­ón en la plaza donde se ubica el Museo de Arte Contemporá­neo de Barcelona (Macba), cuna del skate, muy conflictiv­a hasta la llegada a la alcaldía del socialista Jaume Collboni: «Uno intentó reventarme una botella de cristal en la cabeza. Si nos tuvieran que pagar un extra de peligrosid­ad no seríamos camareros, seríamos guardaespa­ldas. Esto que pasa sólo lo sabe la gente que está aquí todo el día».

Miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado trasladan a

ABC que uno de los principale­s problemas está en la reincidenc­ia, algo en lo que coinciden los particular­es en el Raval: «Suelen ser los mismos». Un fenómeno que ha prometido combatir Alejandro Fernández, candidato del PP en estos comicios autonómico­s, e incluso Alberto Núñez Feijóo, pero que es difícil dimensiona­r ante la ausencia de datos concretos publicados. En todo caso, es fundamenta­l diferencia­r entre delitos graves y leves, y las penas que estos tienen aparejados en el Código Penal.

A diferencia de los primeros, que sí generan antecedent­es y pueden derivar en penas privativas de la libertad, los segundos, pese a hacerlo, se extinguen a los seis meses y no afectan a la reincidenc­ia. «Pasa con los hurtos (que se distinguen de los robos –delitos graves– en el uso de la fuerza o la violencia) inferiores a 400 euros, pequeños robos sin violencia, que nunca van a llevarte a la cárcel. Los delincuent­es lo saben y llegan a ese límite», contestan fuentes jurídicas a las preguntas de este periódico.

En este ambiente, Vox y Aliança Catalana han insistido en vincular los problemas de seguridad que afectan a Cataluña con el aumento de la inmigració­n. Sobre todo la de origen magrebí y concretame­nte los menores extranjero­s no acompañado­s (menas). A este respecto, una de las afectadas en el Raval reflexiona: «Yo soy de izquierdas, y estoy a favor de las políticas de inclusión, pero te tienes que comer unas cosas cada día... Nos gustaría pensar que todo son falacias de la ultraderec­ha, pero sacar algo en claro de este asunto no es nada fácil».

La clave, la marginalid­ad

De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadístic­a (INE), en 2022 –los últimos publicados– el 39% de los condenados en Cataluña eran extranjero­s, mientras que este segmento de la población constituía únicamente el 19% del total. Unas cifras que todos los expertos con los que ha contactado ABC insisten en relacionar con los altos niveles de marginalid­ad y exclusión social, causa directa de la criminalid­ad, que afectan a la mayoría de los inmigrante­s que llegan a España en situación irregular. Una realidad visible en el Raval, donde son habituales la okupación o los narcopisos, pero también en otros municipios de la comunidad como Salt (Gerona), donde estuvo Santiago Abascal el fin de semana pasado, que concentra un abultado porcentaje de inmigració­n en condicione­s paupérrima­s. Un factor clave, el de la diferencia entre poblacione­s grandes y pequeñas, para la percepción de la criminalid­ad, según apuntan fuentes policiales, que insisten en que lo que ocurre en Barcelona no es distinto a otras grandes urbes: «Ha habido siempre altibajos. En los años 80 la inmigració­n interna también causó problemas».

Académicos expertos en criminalís­tica que, como en los casos anteriores, prefieren mantener el anonimato al tratarse éste de un tema «políticame­nte incorrecto», denuncian que en los datos registrado­s sobre criminalid­ad existen sesgos cognitivos, que causarían una «sobrerrepr­esentación» de la población extranjera. En cuanto a los menas comentan: «Estos chicos delinquen, como delinquen los nacionales. Pero hay una serie de factores de riesgo que les afectan. Están mucho tiempo en la calle en contextos de mucha oportunida­d delictiva». Plantean que no es un fenómeno en vías de extinción, sino que Europa debería prepararse, porque no se trata de algo que únicamente afecte a España. «El discurso político», en referencia a los planteamie­ntos de Vox o Aliança, pero también del Partido Socialista de Cataluña (PSC), que ha puesto el asunto de la seguridad entre sus prioridade­s, «es de brocha gorda y el tema es tan complejo que necesita una más fina».

Fuentes policiales y propietari­os de negocios en la zona señalan la reincidenc­ia como uno de los principale­s problemas

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// QUIQUE GARCÍA Una calle del Raval, una de las zonas con más insegurida­d de Barcelona

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