ABC (Sevilla)

El silencio y la furia de Las Ventas

La primera tarde de San Isidro se cerró con mensajes contra Urtasun y Sánchez , abucheos a Morante y la sensación de que todo estaba empezando todavía

- BRUNO PARDO PORTO MADRID dro Sánchez.

Alas cinco de la tarde ya se escuchaba ese murmullo de vida encendida. El sol a plomo, pero el sol de mayo, que es el mejor sol. Y era una excusa para el sombrero, la boina, el abanico, las terrazas, las gafas de sol, el botón desabrocha­do, la piel: todos esos complement­os de la España que celebra. Lo explicaban hasta a los ingleses: «Aquí hoy toros». Y ese murmullo que recorría Ventas, rumor de disfrutone­s, conectaba el exterior con el interior de la plaza, y tal vez la tierra con el cielo: veinticuat­ro mil almas, lleno. Y por haber había hasta ‘hipsters’, y eso que andan en peligro de extinción. Sería el ‘hipster’ de la España taurina, con su barba y su camiseta de Morante... Tres chavales imberbes entraron con el puro en la mano, como quemando etapas. Ortega Cano esquivaba las cámaras. La plaza no cabe en un estereotip­o.

Llegó la Infanta Elena de traje blanco. Alguien dijo: «Es la madre del Rey». Y los relojes no se pararon, pero sí se rieron. «No, es la hermana», le corrigió una mujer. Se esperaba un paseo de políticos, y no lo hubo. Estaban José Luis Corcuera y José María Álvarez del Manzano, eso sí.

No estaba en la plaza un tal Fran. Lo recordaron en el 7, con una pancarta sentimenta­l: «Fran, recupérate pron

to, tu tendido te está esperando». No dio tiempo ni a preguntar quién era Fran, qué le pasaba, si estaba casado o soltero, si gastaba patillas o alguna vez votó a UPyD, porque enrollaron el mensaje con destreza de profesiona­les y desplegaro­n otro: «Urtasun, nos vas a comer los huevos por detrás». Lo primero es lo primero y de lo segundo no hacía falta preguntar nada. Urtasun iba en mayúsculas. Hubo aplausos y también risas. El chiste fue fugaz, pero le dedicaron unos cuantos gritos en el último toro.

En el 2, al lado de las cámaras de OneToro, un hombre recordaba después de cada toro: «Óscar Puente, tú sí eres irrelevant­e».

Fuera, en la puerta de arrastre, un señor que venía de Pinto comentó antes de entrar: «A mí me gusta Morante cuando quiere. Cuando quiere él». Ya dentro, con Rompeolas, los abucheos de la plaza llegaron lejos, lejísimos, como si quisieran marcharse. «Vienes a ver a Morante y al menos tienes esto. ¿A quién más abroncan así?», celebraba una pareja joven, puro optimismo. Luego ella le contó a él la historia de un político que se quitó un moco en directo. El amor es lo que tiene: curvas.

Morante silenció a la plaza en el cuarto, y había un runrún de que iba a suceder algo grande. «Esto es impropio de Madrid», decía una veterana. Pero el embrujo se rompió, volvieron los abucheos y la afición sacó el bocata de tortilla, las Ruffles de jamón, las almendras, las pipas. La vida seguía en lo pequeño. Un hombre llamaba por teléfono a su amigo, al otro lado de la plaza. «¡Ahí te va la sombra!», le soltó, como anunciándo­le el parte meteorológ­ico. Seguía despejado, por cierto. Y otro: «¿Cómo está tu hermana?». «Ya casi no sale. Tiene alzhéimer».

A lo lejos, en el burladero de empresa, Enrique Cerezo sonreía. También se vio por ahí a Ramón Calderón ya Dani Ceballos: no todo es fútbol. Y entre susurros: «Ahí está Luis Miguel Rodríguez ». Los «viva España», que fueron dos, se corearon bien alto.

A Urdiales le gritaron: «¡No por dar más pases eres mejor!». Luego le abuchearon por dar la vuelta al ruedo. «¿Pero si quiere cariño por qué le pitan?», se apiadaba un hombre, todo bondad, con unas gafas de sol que quizás eran de su nieto.

No fueron tan majos los que salieron de la plaza acordándos­e de Pe

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// D. S. B. Dani Ceballos, con Urdiales. A la derecha, la Infanta Elena

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