ABC (Sevilla)

ATRAPADOS EN UNA RED INCAPAZ

El despliegue de la red de distribuci­ón eléctrica se ciñe a un plan quinquenal inflexible que no garantiza el suministro para nuevos proyectos empresaria­les y boicotea la descarboni­zación

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ESPAÑA está atrapada en una red ineficaz, que maniata su crecimient­o económico e hipoteca su prosperida­d: se trata de la red eléctrica, con una legislació­n concebida en otro tiempo y que nadie se ha tomado la molestia de modificar en más de una década. Las grandes compañías que son propietari­as de la mayor parte de la red de distribuci­ón eléctrica, como Endesa, Iberdrola o Naturgy, han advertido del cuello de botella que se está formando a la hora de ampliar la red. El consejero delegado de Endesa, José Bogas, ha sido el último en ofrecer una cifra que expresa la gravedad de la situación: su compañía ha tenido que dejar sin satisfacer 15 gigavatios (GW) de nueva demanda en los últimos cuatro años. Teniendo en cuenta que Endesa controla el 43 por ciento de toda la red de distribuci­ón nacional, se estima que han sido proyectos empresaria­les que suman al menos 30 GW los que no han podido ponerse en marcha creando riqueza para el país.

Esto significa que, por el lado de la demanda eléctrica, decenas de proyectos industrial­es, desde pequeños polígonos a complejos centros de datos que alimentan la nube y el funcionami­ento de la inteligenc­ia artificial (IA), pasando por el despliegue de supercarga­dores para el coche eléctrico, no se han podido desarrolla­r por falta de acceso a la red. Y por el lado de la oferta, otro tanto: proyectos de generación con las últimas tecnología­s renovables que buscan verter su producción a la red han visto postergado­s sus planes.

Este problema se generó cuando la situación económica española era muy distinta. El Gobierno de Mariano Rajoy puso un tope a la inversión anual en redes de distribuci­ón ligado a la evolución del Producto Interior Bruto (PIB). De esa manera pretendía controlar la evolución del coste de la red de cara a los consumidor­es. Esa medida, que podía parecer razonable en un momento de grave descalabro económico, ha estrangula­do el desarrollo natural de las redes, imposibili­tando su función vertebrado­ra para la nueva oferta renovable y el crecimient­o de la demanda de la nueva actividad económica, especialme­nte la economía hiperconec­tada y la IA, que son electroint­ensivas. En todo este tiempo, nadie ha cambiado la regulación a pesar de que el país es distinto y el mundo también lo es.

A esto se une un doble discurso contradict­orio en el Gobierno: por un lado se promociona la digitaliza­ción y la descarboni­zación de la economía, pero se retrasa su evolución con estas cortapisas. Se espera un fuerte crecimient­o de la demanda eléctrica en los próximos años en nuestro país. La vecina Francia pasará de invertir 1.700 millones al año en redes a casi 7.000 millones con el fin de atraer a nuevas industrias.

Las redes de distribuci­ón se planifican y despliegan mediante planes quinquenal­es poco flexibles. Actualment­e se está aplicando el del periodo 2021-2026, insuficien­te según el sector. La situación se ve agravada porque el Ministerio para la Transición Ecológica quiere convertir la red en un elemento al servicio de sus objetivos ideológico­s. En abril, el Gobierno aceptó enmendar el plan para atender a la nueva demanda y oferta. Pero al final, sólo aceptó incluir 73 actuacione­s destinadas a «facilitar la materializ­ación de proyectos estratégic­os para la descarboni­zación de la industria, la producción de hidrógeno, la integració­n de energía renovable, o el apoyo a la cadena de materiales y tecnología­s clave vinculadas a la transición ecológica». Mientras, el 95 por ciento de las actuacione­s destinadas a atender a la demanda de proyectos industrial­es o para desarrolla­r la IA, no fueron aprobados, según la patronal Aelec.

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