ABC (Sevilla)

NÍJAR: ENTRE EL MAR DE PLÁSTICO Y EL INFIERNO DE LOS ASENTAMIEN­TOS

Las historias detrás del efecto llamada de la huerta almeriense: jornaleros sin derechos, asentamien­tos precarios y un sector agrícola en auge que exige soluciones

- Por ÁLVARO YBARRA ZAVALA

Corre una ligera brisa, pero a Tama le resulta indiferent­e, acostumbra­do al calor sofocante que soporta cada día durante sus jornadas laborales en uno de los miles de invernader­os plásticos de la industria agrícola de Níjar, en Almería. La comarca es una de las principale­s impulsoras de la agricultur­a intensiva en la región, lo que ha llevado a que se le conozca como la huerta de Europa. Los invernader­os abarcan más de 6.000 hectáreas en producción, con un crecimient­o anual cercano al 3%, influyendo profundame­nte en la vida de la población local, ya que el 70% depende directa o indirectam­ente de la agricultur­a.

Sin embargo, tras el éxito de la huerta de Níjar hay un lado oscuro: el problema endémico de la inmigració­n ilegal. Casi el 100% de la mano de obra es extranjera, según la Coordinado­ra de Organizaci­ones de Agricultor­es y Ganaderos (COAG). Varias organizaci­ones humanitari­as y sindicales que trabajan en la zona estiman que entre el 10% y el 30% de los trabajador­es extranjero­s están en situación irregular.

Tama es uno de ellos. Viajó desde Malí, su país natal, atravesand­o medio continente africano hasta llegar a Libia, donde se embarcó en un peligroso viaje en patera hacia Italia. Desde allí, recorrió Italia y Francia antes de llegar finalmente a Almería, atraído por el efecto llamada que provoca la promesa de un empleo fácil en la huerta de Níjar. Ahora, lleva casi un año trabajando de forma irregular, en condicione­s abusivas y sin derechos.

No muy lejos de donde entrevista­mos a Tama, en el Palacio de Congresos de Campohermo­so, se concentra toda la industria agrícola almeriense en Expolevant­e, la feria agrícola más importante de la provincia. Entre los más de 400 estands repartidos en los 20.000 metros cuadrados que ocupa la feria, encontramo­s a Juan José Ruiz, presidente de Hortofruco­op, una cooperativ­a agrícola fundada en 1976 que es un referente en Níjar en cuanto a venta de suministro­s agrícolas y servicios al agricultor. «En Níjar no tenemos problemas raciales, y aquí los agricultor­es no explotamos a nadie, lo que tenemos es trabajo», nos dice. «El problema de la inmigració­n ilegal es endémico y todos sufrimos sus consecuenc­ias, pero la solución no es responsabi­lidad de los agricultor­es. Nosotros, los agricultor­es, queremos y defendemos que las cosas se hagan bien, contratar mano de obra cualificad­a y pagar salarios acordes a la dureza de este trabajo, pero las trabas y costos impuestos por el Go

bierno central, y no por las grandes superficie­s, como se dice, lo hacen imposible», asegura Juan José Ruiz, cansado de que se dañe de forma injusta la imagen del agricultor almeriense.

La realidad de la inmigració­n irregular en el campo almeriense es una problemáti­ca compleja que no puede reducirse a blanco o negro. Existe una infinidad de grises que requieren un análisis y una forma de abordar el problema con un enfoque constructi­vo, que fomente el diálogo en busca de soluciones y apoyando al más débil. Este es el enfoque que aplica el Servicio Jesuitas a Migrantes (SJM) al acompañar, servir y defender a los más vulnerable­s.

El padre Daniel Izuzquiza Regalado, al volante de la furgoneta del SJM de la delegación de Níjar, no deja de saludar cada vez que pasa junto a un inmigrante que regresa de su trabajo. «Hay muchas personas que naufragan en el mar de plástico y, con ellas, naufragamo­s como sociedad», afirma este sacerdote jesuita, que lleva más de dos años trabajando en la zona.

«Una de las realidades más llamativas, dolorosas y escandalos­as es la existencia de numerosos asentamien­tos chabolista­s que han persistido durante décadas. Nosotros hacemos todo lo posible para ayudarles a conseguir una vivienda digna que les sirva como trampolín para crecer como personas e integrarse definitiva­mente. Además, desde el SJM trabajamos para acompañar a estas personas, ayudándola­s a superar la barrera cultural y del idioma con clases de español en los asentamien­tos, así como asesorándo­las en trámites legales y en la defensa de sus derechos», explica.

Daniel Izuzquiza, Servicio Jesuitas a Migrantes «HAY MUCHAS PERSONAS QUE NAUFRAGAN EN EL MAR DE PLÁSTICO Y, CON ELLAS, NAUFRAGAMO­S COMO SOCIEDAD»

Ahmed descansa junto al exterior de su chabola en el asentamien­to ilegal de El Hoyo

Contexto vulnerable

La situación del inmigrante irregular en Almería lo coloca en un contexto asimétrico y vulnerable frente a los empleadore­s, según señala el SJM. Almería es la provincia con el mayor porcentaje de población extranjera en España, con un 20,3% del total. Este dato se explica por el crecimient­o del sector hortofrutí­cola de exportació­n, conocido como «el mar de plástico». Sin embargo, el éxito de este modelo económico no puede ocultar las graves fracturas sociales, tal como denuncia el SJM en su informe Lumen 2023.

El Hoyo es uno de los numerosos asentamien­tos chabolista­s que existen en el municipio de Níjar. Según datos oficiales, más de 3.000 inmigrante­s viven en situacione­s de extrema necesidad en asentamien­tos chabolista­s e infravivie­ndas. Además, hay casos de hacinamien­to y ocupación como cortijos abandonado­s, cortijos alquilados en situación precaria, casetas de aperos o remolques reconverti­dos en vivienda, en el medio rural, que son difíciles de cuantifica­r, lo que sin duda eleva las cifras.

Abdelgani lleva tres años viviendo en el infierno del asentamien­to de El Hoyo. Hoy, sin embargo, no puede disimular su alegría: finalmente ha conseguido sus papeles. «En Marruecos estudiaba publicidad, pero no tenía futuro, así que decidí subirme a una patera y jugármelo todo para llegar a Europa», relata. Abdelgani llegó a las costas canarias hace tres años y medio, para luego viajar a Almería, donde ha trabajado como jornalero ilegal. «La vida del inmigrante ilegal aquí es muy dura. Las condicione­s de trabajo son extremas y no pagan bien. Además, siempre estamos a merced del empresario, que en muchos casos se aprovecha de nuestra situación. Pero para mí valió la pena pasar por todo esto y vivir en un lugar sin luz ni agua, porque al final conseguí mis papeles, y ahora viajaré al norte para empezar una nueva vida».

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Un inmigrante sin papeles camina entre chabolas en el asentamien­to ilegal de El Hoyo
PROBLEMA ENDÉMICO Un inmigrante sin papeles camina entre chabolas en el asentamien­to ilegal de El Hoyo
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// FOTOS: ÁLVARO YBARRA PROBLEMA COMPLEJO
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Varios inmigrante­s rellenan bidones de agua en la fuente del asentamien­to de Atochares, el más grande del municipio
DURAS CONDICIONE­S Varios inmigrante­s rellenan bidones de agua en la fuente del asentamien­to de Atochares, el más grande del municipio

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