«Iba para notario pero ser cura me llena»
—Estudió Derecho. ¿Fue fácil decidirse por el sacerdocio?
—No. Porque a mí con 23 años no me venía bien ser cura. Yo había empezado a preparar Notarías y tenía la vida montada de otra manera. Cuando me convencí de que eso es lo quería Dios para mí, me decidí. Y llevo ya 27 años.
—¿Y contento?
—Sí, mucho. Me llena mucho ser cura.
—El sacerdocio no es una de las salidas para los jóvenes más reconocidas socialmente. Al menos, en este momento... —Antes, tampoco. Algún familiar me dijo que el sacerdocio no era una profesión de éxito pero es que esto no es una profesión sino una vocación. Yo no trabajo de cura, es que soy cura.
—Se están perdiendo las vocaciones en Sevilla.¿No es paradójico que las hermandades sean cada vez más fuertes en Sevilla, mientras apenas se encuentran personas que quieren ser curas? —En Sevilla no se entiende la fe al margen de las hermandades. Y en muchísima gente repercute en su vida cristiana. Lo que pasa es que no toda la vida de las hermandades es estrictamente de vida cristiana. Si pensamos en un árbol de Navidad, debemos contar necesariamente con las bolas, espumillones, los adornos, que son estéticamente atrayentes. Sin ellos, no tendríamos un árbol de Navidad sino un abeto. Pero si no tenemos el árbol, no tendríamos más que unos adornos. Si no hay los sacramentos, la palabra de Dios, la catequesis, entonces no hay árbol. Y sólo nos queda una caja llena de espumillones. Hoy tenemos un boom de religiosidad popular que se podría definir como una pompa de jabón. Es muy bonita pero tiene el peligro de que cuanto más crece, más débil es. Es necesario que crezca sólidamente. No puede ser que tengamos cada vez menos vida cristiana y más vida de religiosidad popular. Algo habrá que ajustar.