ABC (Sevilla)

Volver por la puerta grande o enfermería

Candidato de Junts a la Generalita­t y expresiden­te catalán

- DANIEL TERCERO BARCELONA

La noche del 23 de julio, Carles Puigdemont vio la luz. Los siete diputados de Junts en el Congreso se convertían en determinan­tes, imprescind­ibles, para que Pedro Sánchez pudiera repetir en La Moncloa. La política española entraba, así, en un terreno desconocid­o. El PSOE acabó por aceptar todas las condicione­s de Puigdemont para la investidur­a del secretario general socialista, incluyendo la amnistía (penal, económica y administra­tiva) para todos los implicados en el intento ilegal de independen­cia de 2017. La vuelta a Cataluña, para quien lideró la sedición –en palabras del Tribunal Supremo– estaba más cerca.

Ocho meses después, Jéssica Albiach (candidata de Sumar a la Generalita­t) solo hizo que acelerar el retorno del líder, sin cargo orgánico, de Junts, al tumbar las cuentas del Govern de Pere Aragonès (ERC), quien acabó por adelantar los comicios previstos para febrero de 2025. Puigdemont tuvo que adelantar todos sus planes de una vuelta triunfal y cogió el toro por los cuernos. Fue en Elna (Francia), el 21 de marzo y anunció, también, que estará presente en el pleno de investidur­a, previsto para mediados de junio.

No le quedaba otra opción. Junts es un partido creado a su imagen y semejanza, tras huir de España en 2017 para evitar la acción de la Justicia, dividido entre los que prefieren vivir permanente­mente en la confrontac­ión y los que consideran que esta se debe hacer de manera «inteligent­e» y desde las institucio­nes. La presidenta es Laura Borràs, que no tiene peso político en el partido, y el secretario general es Jordi Turull, un hombre de partido. De CiU. Puigdemont no tiene cargo orgánico pero todas las decisiones trascenden­tales las decide él.

Las urnas son en cierta medida un plebiscito de toda su trayectori­a puesta en práctica en los últimos siete años. De entrada, las encuestas ya dan por seguro que vencerá en el pulso con ERC. Ganar, aunque no gobierne la Generalita­t, enviaría un mensaje claro: Cataluña está con él. No ganar pero gobernar sería salir de la plaza de toros por la puerta grande. Pero perder y no gobernar sería una cornada con paso obligatori­o por la enfermería.

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