El giro conservador del catolicismo
Que el Papa y algunos cardenales tratan de frenarlo es evidente
Un artículo reciente de Tim Sullivan para ‘Associated Press’ sobre el giro conservador del catolicismo norteamericano ha despertado un interesante debate. Sostiene el texto que generaciones de católicos que abrazaron la modernización traída por el Concilio Vaticano II están dando un paso atrás. Esto ocurre en el contexto de una profunda polarización que lógicamente afecta al catolicismo.
En 1970, más de la mitad de los católicos de Estados Unidos confesaban que iban a misa al menos una vez a la semana. En 2022, lo hacen el 17%. La población católica en EE.UU. ha aumentado en más de 70 millones debido a la inmigración latina. Sullivan recogía una declaración de un sacerdote de 87 años que confesaba que cada vez oía más que «están tratando de restaurar lo que nosotros, los viejos, arruinamos». Un giro que cuenta con universidades, ‘influencers’, mucho sacerdote joven y potentes medios de comunicación.
El pontificado del Papa Francisco está sirviendo de freno y respuesta a este proceso con sus efectos secundarios, por ejemplo la problematización del rol del Papa. Según una reciente encuesta del Pew Research Center, los católicos americanos todavía tienen una visión favorable del Papa Francisco, aproximadamente el 75%. Sin embargo, cuando se introduce la variable del voto político, el 89% de los demócratas católicos o demócratas se declaran favorables al Papa, contra el poco menos del 63% de los republicanos católicos o personas de tendencia republicana.
En España, según el portal especializado ‘Electomanía’, la opinión del Papa es buena para el 52% de la población, ni buena ni mala para el 27,4% y mala para el 22,4%. En un mundo globalizado e interconectado, lo que pasa en Estados Unidos genera una onda expansiva, sobre todo a través del efecto de los potentes medios de comunicación, también los católicos. Es difícil saber hasta qué punto este giro conservador del catolicismo norteamericano está influyendo en Europa y en España. Pero que existe es evidente y que el Papa y algunos cardenales están intentado frenarlo, también. La cuestión es si están acertando en el cómo.