Qué necesidad
¿Es que ni siquiera en el día de la Comunión de tu hija eres capaz de dejar a un lado la fatiguita?
Qué necesidad hay, Paco, de tener que estar ahí, con el móvil, ajeno al resto de los invitados, mientras tu cuñado y tu primo del pueblo, los dos béticos, al otro lado de la mesa, te miran y hacen bromas mientras dan cuenta de su primer cubata de la sobremesa. Qué, ¿os clasificáis o no para la Champions?, pregunta tu cuñado, y el primo del pueblo lo jalea, pero tú sigues ahí, con la vista clavada en el móvil, siguiendo un partido que no puede importarle menos a nadie, salvo que seas sevillista, salvo que seas un sevillista fatiga que no se pierde un partido ni en el día de la Primera Comunión de tu hija. Por eso, qué necesidad hay, Paco, de perderte lo bien que tu cría se lo está pasando con los amigos en el castillo hinchable, después esto, lo sabes, te pasará factura. Porque no es solo tu hija, tienes a toda la familia política desatendida, y no únicamente al cretino de tu cuñado bético.
No hay necesidad, Paco, de ponerte a ver el Sevilla a las cuatro de la tarde, cuando los camareros retiran la comida y ya llegan las copas, y muy pronto vendrá la tarta, y cuando sabes que el Sevilla ya no se juega nada más que la dignidad. De hecho, algunos jugadores sevillistas se ven tan pequeños ahí, en el móvil, que se vuelven casi invisibles. Les está pasando a muchos, Ocampos, Acuña, pero realmente no sabes si es por el móvil o más bien porque ya tienen un pie fuera del equipo. Se van a ir, nos van a dejar el banquillo vacío, y también se irá, ay, En-Nesyri. La de veces que despotricaste contra él, y ahí lo tienes, otra vez goleando, otra vez siendo el MVP del partido, y a punto de meter un tercero en el minuto 85.
Por la mañana, Paco, mientras vestían a la niña, estabas nervioso, pero el nerviosismo -esto no se lo dirás a nadie, y mucho menos a tu mujer, para qué queremos más- lo tuviste anoche, cuando alguien en redes compartió un vídeo de la primera UEFA en Eindhoven, recordando que se cumplían ahora 18 años del comienzo de la Nueva Era. Una Nueva Era que, irremisiblemente, ha concluido en esta temporada. Fue Mendilibar quien firmó el último capítulo, y ahora Mendi ha llevado al Olympiacos a otra final europea. Puñetera directiva, nunca debimos dejarlo marchar, pero queríamos estrellitas en el vestuario, y al final salimos estrellados. Te lo ha recordado, antes de la Comunión, el cretino de tu cuñado, ¿vaya con Mendilibar, no? Vaya con el cateto, ha dicho, y la sensación han sido como la de masticar una guindilla.
Qué necesidad tienes, Paco, de ver este puñetero partido, en el que el Sevilla no se juega nada. Pero cuando en el minuto 25 En-Nesyri marca el primer gol, no puedes evitar gritar y aplaudir. Y cinco minutos después, cuando Sorloth, ese jugador noruego que parece el primo de Zumosol, marca el gol del empate, no puedes tampoco evitar el taco, también en voz alta, para disgusto de tu mujer y también de tu suegra, a la que escuchas claramente diciendo esa frase: ¿Pero a tu marido le da de comer el Sevilla? También es bética, porque no le falta ni un perejil, y tienes ganas de contestarle que no te da de comer, sencillamente te da la vida. A ella va dedicada especialmente la celebración del segundo gol de En-Nesyri, un cabezazo marca de la casa. Y en el descanso vamos ganando y ahí sí te pones feliz, y te acercas al castillo hinchable y jaleas a tu hija, y mientras das un sorbo a tu gintonic eres consciente de lo ridícula que puede llegar a ser la motivación de tu felicidad.
Y de tu tristeza: al final del segundo tiempo, cuando ya no te quedan uñas que morder, el Villarreal, primero, empata, y finalmente, en el descuento, remonta. El Sevilla palma en la Cerámica, y cuando el árbitro pita el final del partido arrojas con desgana el móvil sobre la mesa. Suspiras, intentando que el sufrimiento no te cale. Quién me mandaba a mí, dices. Qué necesidad.