ABC (Sevilla)

Celebracio­nes y despedidas

- JAVIER AZNAR

Todos tenemos un conocimien­to innecesari­amente profundo sobre algún tema. El neurólogo Oliver Sacks decía que esa es la gente más interesant­e, la que te puede hablar sin venir a cuento en una fiesta sobre volcanes, medusas o levantamie­ntos de pesas. El mío son las celebracio­nes de goles. Puedo recordar e incluso recrear sin mayor esfuerzo las celebracio­nes más icónicas que ha dado el fútbol. Desde la cucaracha al avioncito, desde el bebé acunado en brazos de Bebeto al siiuuuu de Cristiano. Y desde la autoridad que me da este enciclopéd­ico y absurdo conocimien­to, me atrevo a afirmar que la de Arda Güler, dedo índice enhiesto y llevándose la mano al escudo, al corazón, es de las mejores que hemos visto de un tiempo a esta parte en el Real Madrid. El gesto solemne combinado con su insultante juventud es un buen mix & match, que dicen ahora los expertos en moda. Queda bien. No es aparatosa, es eleganteme­nte contenida y además es original.

Que festeje los tres goles que lleva con el Madrid en los pocos ratos que ha dispuesto de la misma manera es una pequeña declaració­n de intencione­s por parte del turco: no considera que marcar sea algo que vaya a ocurrir de manera esporádica. Piensa repetir y quiere convertirs­e en sospechoso habitual. Cree en él y tiene personalid­ad, lo primero que necesita uno para triunfar en el Madrid.

La celebració­n habitual encogiéndo­se de hombros de Brahim, que marcó en Los Cármenes y además por partida doble (uno con cada pierna), también es digna de elogio. Pero quizá sea más ‘era TikTok’ de lo que estoy dispuesto a aceptar. La de Arda Güler la veo más genuina.

Güler y Brahim siguen aprovechan­do sus minutos con goles y buenos detalles, pequeños gestos que encandilan al madridismo. Mientras tanto, aparece ya en el horizonte un gigante que también celebra sus goles siempre de la misma manera: Mbappé. El francés dijo adiós al PSG esta semana, dejando un regusto con su partida de ligero hastío en ambas aficiones, agotadas de sus idas y venidas, de sus cambios de parecer y de sus exigencias. Dicho esto: si mañana se anunciara su fichaje me tendrían corriendo por el pasillo de mi casa. En el fútbol, como en la vida, es importante celebrar goles y saber despedirse. Mbappé es matrícula de honor en lo primero, pero necesita mejorar en lo segundo.

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