La muerte de un pueblo
PUNTADAS SIN HILO
El expolio de Burguillos incluye una lista de proyectos disparatados que dan un matiz surrealista a la historia
ANDA la madre de Gabriel Cruz, el pequeño asesinado con premeditación y alevosía por Ana Julia Quezada en un casa de campo cercana a Almería, en una interesante cruzada para intentar frenar el rodaje de una serie televisiva sobre su hijo. Tiene tres sólidos argumentos Patricia Ramírez para detener el proyecto audiovisual: el respeto a la memoria de su hijo, el dolor innecesario que la producción causaría a sus padres y el beneficio económico que reportaría a la asesina, quien gracias al crimen dispondría de una saneada cuenta corriente para cuando cumpla su pena de prisión. Un caso similar al de Rosa Peral, la policía local de Barcelona que asesinó a su pareja en compañía de su amante, y que ya ha visto su delito dramatizado en una serie televisiva con actores de primera línea.
La moda de los ‘true crime’ televisivos ha saltado ya la barrera ética de la infancia y apunta sin miramientos a los crímenes de niños. El éxito de la serie sobre el asesinato de Asunta Basterra Porto anima a los productores a repetir con la triste historia del pequeño Gabriel, y raro sería que no circule por las mesas de las cadenas televisivas una propuesta sobre las muertes de Ruth y José Bretón. Se diría que el tiempo ha ido disipando el impacto que produjo en la sociedad española la nauseabunda cobertura mediática de los crímenes de Alcasser, cuyo nivel de inmundicia generó una suerte de anticuerpos contra el morbo que genera el asesinato de menores. Por lo que parece ya es rentable recrear en una miniserie cómo Quezada estranguló al pequeño Gabriel.
Yo no soy productor televisivo, pero puestos a rodar crímenes alevosos apostaría por llevar a Netflix o HBO el expolio de Burguillos, quizás con el subtítulo de ‘La muerte de un pueblo’. La pequeña localidad sevillana de 6.000 habitantes pasará a la historia como el más flagrante caso de pillaje político. Se hicieron documentales y películas sobre Marbella, pero Burguillos simboliza mucho mejor el despilfarro irresponsable de una época. En Marbella hubo pelotazos urbanísticos, mangoneo de libro, pero Burguillos acumuló una sucesión de proyectos disparatados que dan un matiz surrealista a la historia. El proyecto de aeropuerto para competir con Sevilla, el megapárking en un pueblo sin problemas de aparcamiento, la macrodiscoteca con más capacidad que habitantes en el municipio o la central de biomasa dibuja un escenario de corrupción en el que no falta el sueldazo del alcalde socialista, que ganaba más que el presidente del Gobierno, las comilonas a base de marisco y hasta la figura de José María del Nido llevando los pleitos del Ayuntamiento. Todos los ingredientes para una subyugante trama televisiva que garantice una buena audiencia sin necesidad de recrear asesinatos de niños inocentes. Lo de Burguillos no deja de ser un crimen político, porque han acabado con el futuro de un municipio. Todo un pueblo víctima de la prepotencia, el derroche y la falta de escrúpulos que marcó una época en España.