Verbolario
Infierno, m. Red social antes conocida como Twitter (y ahora igual).
ras, muebles, vajillas de porcelana, sábanas y trajes que deslumbraban a los nativos.
Acostumbrada a las comodidades de Londres, se desplazaba en un palanquín de forma circular del que sobresalían dos gruesos palos que soportaban los hombros de los porteadores. En su interior, había un sillón que se reclinaba y su intimidad era protegida por cortinas. Su personal la llamaba ‘Lady Boss’ y la respetaba por su generosa paga y su preocupación por su bienestar. Tras un año de periplo, volvió a Mombasa, donde esperaba su marido. Allí pudo recuperarse de una fractura que había sufrido en una caída cuando finalizaba el viaje. Llevaba numeroso material etnográfico e instrumentos musicales nativos. Logró el reconocimiento de la Royal Geographical Society, que la nombró miembro por sus estudios sobre el lago Chala, y luego obtuvo premios y honores en Estados Unidos, su patria natal.
Escribió: «He tenido el privilegio de atravesar el país de 35 tribus africanas y regresar con todos mis porteadores. No he sufrido la pérdida de un solo hombre ni derramamiento de sangre. Y he demostrado de lo que somos capaces las mujeres». Al contactar con los lugareños, siempre actuaba como una perfecta anfitriona, obsequiándolos con un banquete en sus aposentos. May volvería a África en dos expediciones más, una de ellas, al Congo, bajo el patrocinio del rey Leopoldo de Bélgica. Pronto se dio cuenta de la explotación de la población, lo que le impulsó a recoger fondos para mejorar sus condiciones. Siempre fue una ferviente feminista y defensora de los derechos de los indígenas.
Había nacido en 1847 en Bridgewater (Pennsylvania) y, gracias a la fortuna de su padre, fue enviada a colegios selectos y luego a Europa para terminar sus estudios de música y etnografía. Tras casarse con Ely Sheldon, se instaló en Londres, donde tradujo a Flaubert y se distinguió por su dominio del violín. Su marido siempre respetó su autonomía y su deseo de ser una mujer independiente. Murió a los 89 años en Londres tras haber escrito libros en los que contaba su experiencia. Fue una mujer feliz que logró materializar sus sueños. Ya desde niña viajaba con su padre por las Montañas Rocosas y disparaba a los animales salvajes mientras escuchaba leyendas sobre los indios. Quizás intuía ya entonces su extraordinario destino.