En Sevilla ya no queda ni bullicio ni gentío... ya se va camino del Rocío
▸Las filiales de Triana, el Salvador, Macarena y el Cerro del Águila partieron ayer a la aldea almonteña ▸Este año no se repitió el encuentro entre los simpecados trianero y macareno en la calle Castilla
Sevilla llora. Y tiene cierta lógica, como dice la sevillana, «porque se queda sola, porque se van las carretas pal Rocío, porque se alejan tras haber cruzao el río, porque no queda ni bullicio ni gentío. Ya no se escuchan las campanas, queda muda la mañana de Sevilla». Es lo que sucedió en el amanecer de ayer en la ciudad. Desde la Macarena, Triana, el Cerro y el Centro partían miles de sevillanos hacia las plantas de la que marca el calendario vital, que no pasa hojas, sino caminos en el cordón de la medalla.
Las campanas de San Gil fueron las primeras en repicar. En la calle Parras, se reunían las carretas que iban a acompañar al Simpecado mientras que el párroco, don Pedro Benítez, deseaba buen camino a los romeros. Sin duda, el barrio de la Macarena también es rociero. Los mayores asomaban a los balcones de Sagunto, Escoberos, San Luis o el Pumarejo a contemplar al Simpecado que es en sí un retablo barroco para la Virgen del Rocío. Ante la mirada de la Virgen de la Esperanza, con el broche del Espíritu Santo y la medalla de oro de la hermandad filial vecina en la saya, los vivas se sucedían. Como no podía ser de otra forma, muchos peregrinos entraron para despedirse por unos días de la Esperanza, y salían emocionados buscando la carreta que avanzaba a buen ritmo por la calle Bécquer. El de ayer fue un despertar de rebeca o chaqueta frente al frescor mañanero.
Uno de los hitos de la salida del Rocío de la Macarena es el homenaje que le hace el coro de la hermandad entre las calles Antonio Susillo y Relator. Aunque en años pasados, había cantes en un balcón, ayer se escuchó a la flauta y al tamboril mientras que se rezaba la Salve. En otro edificio adornado con mantones de manila, se lanzó romero y flores al paso del Simpecado antes de llegar a la Cruz Verde.
Este enclave es el límite simbólico para muchos rocieros macarenos que se despiden de sus vecinos y hermanos hasta el jueves que viene cuando vuelvan de las arenas del camino y tras haber contemplado a la Virgen al lado de las marismas. Aún quedaba, sin embargo, la plaza de San Lorenzo y rezar delante de la basílica del Gran Poder y de la parroquia.
Los últimos momentos en la capital hispalense fueron en el puente de El Cachorro y en la basílica del Cristo de la Expiración con los vivas de Mario Niebla del Toro, el hermano mayor que se estrena este 2024. Este año no hubo encuentro con Triana, cuyos romeros aún se encontraban lejos.
Y eso que Triana se levantó ayer más
temprano de lo habitual. La misa de romeros adelantó su horario, aunque empezó algo más tarde de lo esperado. A las 8:25 horas, el Simpecado estaba en el dintel de la puerta de San Jacinto. Sonó el himno de España y después un rosario de pasodobles y sevillanas para júbilo del numeroso público congregado en la confluencia de Pagés del Corro y San Jacinto, lo que daba muestra de la magnitud de una hermandad sin la que no se entendería la romería del Rocío actual.
La sexta más antigua de cuantas acuden cada año a las plantas de la Blanca Paloma comenzaba el discurrir de su extensa comitiva por el viejo arrabal. Sonó ‘La Estrella sublime’ en la capilla de la Estrella, que está de aniversario de la coronación. Y de ahí, al corazón de Triana, la parroquia de Señora Santa Ana y la capilla de los Marineros. A la Esperanza se encomendaron todos los peregrinos cantando su salve marinera.
Pasadas las nueve y media de la mañana se adentraba la comitiva en la calle Castilla, donde vivía el matrimonio que, al ingresar como hermanos de la Matriz, fundaron el Rocío de Triana por junio de 1813. De la lluvia de pétalos en la O a la basílica del Santísimo Cristo de la Expiración, lugar de la despedida de los aproximadamente cinco mil romeros de Triana. Sonó la centenaria ‘Pasan los Campanilleros’.
Tantos años como la marcha de Farfán tiene el barrio del Cerro del Águila, donde hace cuatro décadas nació su filial rociera y ayer volvía a partir hacia la aldea desde la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, santo y seña de esta feligresía. La corporación, con el fin atraer devotos y enseñar la hermandad, ha estado en los días previos a la salida mostrando a los colegios del barrio el Simpecado, una pieza de Francisco Carrera Iglesias ‘Paquili’ y una pintura de José Arévalo Zurita.
A las nueve y cuarto de la mañana el Simpecado era entronizado en la carreta. El Cerro partió la aldea cruzando la ronda del Tamarguillo para ir en busca del colegio del Matadero, uno de los momentos más emotivos. Tras pasar por Sevilla Sur, que parte a la aldea hoy, cruzó el Parque de María Luisa por la plaza de América. Antes de abandonar la ciudad por el Real de la Feria, el Simpecado visitó el hospital de Fátima y la Comandancia de Marina.
Y del Sur de la ciudad al Centro. Allí, minutos antes de las ocho, en mitad de la plaza del Salvador, el tamborilero hacía sonar la flauta antes de la misa de romeros, como el almuecín, llamando al corazón de la fe rociera. Atestada en su majestuosidad, arrancaba puntual en la iglesia colegial la eucaristía y sonaban las voces del coro de la hermandad anunciando la fortuna de ser rociero en Sevilla: «Señora, qué suerte poder ir a verte y caminar con la misma gente, la misma hermandad».
Dentro, junto al hermano mayor, Gabriel Rojas, el alcalde de la ciudad, José Luis Sanz, el teniente general jefe de la Fuerza Terrestre, Carlos Jesús Melero Claudio, y el jefe superior de Andalucía Occidental de la Policía Nacional, Andrés Martín Garrido Cancio.
«Pues ya llegó el día». Así comenzaba, sin rodeos, el sacerdote su homilía de la misa de romeros. Mientras los romeros preparaban el alma en la colegial, a escasos metros, en la plaza de San Francisco, Manolito y Cuqui acicalan a los bueyes, Caminante y Girasol. Allí, una estampa que pocos ven pero que tanto revela. Los miembros de la junta a caballo pidieron rezar un Padre nuestro por el trabajo de los boyeros en los kilómetros que quedaban por delante.
Con el color coral de las flores, anaranjadas bajo los rayos del sol y las letanías de la Virgen en las tulipas de los
candelabros de guardabrisa, los boyeros llevaron la carreta al Salvador para la entronización del Simpecado, terciopelo que guarda las plegarias de un año entero. A los pocos minutos se escuchaba en el interior la Salve rociera y los primeros vivas a la Virgen del Rocío.
Los nervios se acumulaban en cigarrillos en la puerta. La marcha real por la banda militar de la Fuerza Terrestre, la antigua Soria 9, fue la antesala de ‘Suspiros de España’ fue el pasodoble que ponía la banda sonora para la entronización del Simpecado. El camino hacia el Ayuntamiento se hizo lento, pero como dice la sevillana, «no te enfades alcalde-carreta por una pará». La Policía Nacional, a caballo, tuvo que emplearse a fondo para aliviar el discurrir de la carreta del Simpecado ante el bullicio y el gentío. Y ante los representantes de la Corporación que esperaban a la carreta de plata volvía a entonarse la Salve rociera y al unísono cantaba la Plaza Nueva. El hermano mayor se dejaba la garganta en sus vivas, como hizo después en la Puerta del Perdón de la Catedral, junto el deán del Cabildo, Francisco Ortiz. «Viva la Iglesia de Sevilla».
La estampa más bonita, a la par que añeja, de la mañana se vería en la plaza Virgen de los Reyes. Sólo falta el ocre de las viejas fotos. Las catorce carretas de bueyes esperaban a la de plata para seguirla. Ahora, sí, la hermandad echaba a andar mientras repicaban las campanas de la Giralda.
El teniente general jefe de la Fuerza Terrestre, el jefe superior de la Policía Nacional y el alcalde fueron a la misa en el Salvador
El Cerro visitó el Hospital de Fátima y la Comandancia de Marina antes de salir de la capital por el real de la Feria