ABC (Sevilla)

La lógica cultural del dadaísmo tardío

El dadaísta tardío padece microagres­iones y necesita espacios seguros y ‘trigger warnings’

- CARLOS GRANÉS

« TODAVÍA no se tiene conciencia plena de la influencia del dadaísmo», decía George Steiner en ‘Gramáticas de la creación’, y estoy seguro de que acertaba. Steiner rastreaba al dadaísmo no sólo en la producción cultural del siglo XX, sino en la deconstruc­ción y la posmoderni­dad, esa jeringonza académica tan incomprens­ible y destructiv­a como los poemas del dadaísta Hugo Ball. El culto al absurdo también era dadá, como el anarquismo de los ‘hippies’ y sus protestas callejeras convertida­s en ‘performanc­e’. El infantilis­mo dadá, con su risa corrosiva, con la descarga humorístic­a que desacraliz­aba las grandes obras y a los grandes hombres, que igualaba la gesta expresiva del niño con la del genio consumado, marcó de forma insospecha­da la sensibilid­ad y la escala de valores de Occidente.

El comunismo fracasó y fue sepultado, pero en cambio el dadaísmo que se coció en los ambientes zuriqueses que frecuentó Lenin, triunfó en silencio y sigue vivo. Steiner, de no haber muerto, quizá estaría siguiendo la evolución de esa gesta nihilista. Quizá, incluso, se habría dado cuenta de los cambios que ha sufrido la cruzada vanguardis­ta que surgió en 1916, en el Cabaret Voltaire, y quizá habría advertido que asistimos hoy a un dadaísmo tardío, a una nueva etapa en la que el infantilis­mo sanador que promoviero­n Tristán Tzara y sus compinches sigue vigente, pero ya no como expresión jocosa y pícara, ni como crítica escatológi­ca e insurrecta, sino como un lamento y una queja. El niño ya no es un ser irracional y lúdico, sino un joven hipersensi­ble que ve amenazas y ofensas en su entorno: en el humor, en el lenguaje, en los clásicos.

El dadaísta tardío padece microagres­iones y necesita espacios seguros y ‘trigger warnings’. Bajo su armadura de guerrero social, anida una víctima que anhela bajar los brazos, recibir cuidados y abdicar de la responsabi­lidad adulta. Los dadaístas originales, surgidos en medio de la Primera Guerra Mundial, aborrecier­on la civilizaci­ón que se había mostrado dócil, incluso cómplice, con el avance de los tanques, y reaccionar­on emprendien­do una labor higiénica que arrasara por completo con la alta cultura europea. El dadaísta tardío no padece la guerra en casa, pero intuye que su sociedad ha sido corrompida por fuerzas opresivas, privilegio­s injustos, hombres blancos de mentes colonizado­ras.

Y ellos, como víctimas de ese mundo espeluznan­te, han emprendido una cruzada similar: no se ríen ni hacen obras irreverent­es, pero sí cancelan, purifican, exigen renuncias. Ball decía que los dadaístas eran «niños en pañales de una nueva época». Hoy sus descendien­tes podrían decir que son víctimas tardías de una época opresiva. Ambos comparten un marco mental semejante, el del moralista que identifica la ignominia moral, la causa de todos los males, y se siente legitimado para destruir la cultura que encarna el vicio. Todos ellos, dadaístas tempranos y tardíos, recitan o acampan junto a una hoguera, donde se consumen los pecados de la civilizaci­ón occidental.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain