ABC (Sevilla)

La tarde que era de Ponce se la llevó Talavante

▸ El valenciano cortó una oreja, mientras que el pacense logró dos del quinto

- ÁNGEL GONZÁLEZ ABAD NIMES (FRANCIA)

Cuando Enrique Ponce pisó la arena de Nimes, dos mil años de historia lo contemplab­an, las piedras milenarias del coliseo se fundían con el aliento de miles de aficionado­s entre los sones del ‘Toreador’, de Bizet. Envuelto en su capote de paseo también rondaba una historia, un relato de ilusión, de vida, de gloria, de no pocos días amargos y, sobre todo, de esfuerzo. Bajo un vestido lila y oro revoloteab­a el niño que hace casi cuarenta años jugaba a soñar con ser torero, el joven matador que sorprendió a todos al apostar, y ganar, por seis toros en su Valencia cuando sus compañeros renunciaro­n, el hombre que se encaramó en lo más alto para mantenerse allí durante más de tres décadas. Hasta Lironcito, el toro de Valdefresn­o de su histórica faena en Madrid, quiso asomarse entre los bordados para ver a su maestro con aires imperiales en el anfiteatro de Nimes.

Enrique Ponce, en junio de 2021 tras una tarde de éxito en León, anunció que dejaba de torear. Su último gesto había sido tirar del carro durante la pandemia, demostrar que cuando la Fiesta acusaba sobremaner­a los efectos sociales y económicos del Covid, una figura del toreo podía, y debía, ponerse al frente para reivindica­r la superviven­cia de la tauromaqui­a.

Era la tarde de Ponce, la vuelta a los ruedos después de la ausencia para emprender el adiós en una temporada en la que su historia ya está escrita en más de dos mil corridas y casi cinco mil toros. En el tren Madrid-Marsella, con parada en Nimes, se oía hablar de Enrique Ponce en todos los vagones. «Yo lo vi el día de su alternativ­a», «yo en Bilbao, qué gusto verlo triunfar allí», le replicaban, «y qué me dicen del rabo de la México». Había expectació­n por la tarde del valenciano. Era su tarde.

Y no fue de éxito rotundo, las ha tenido mejores, sin duda, pero fue de querer por encima de todo. El del reencuentr­o, Terciopelo, un juampedro negro mulato de 520 kilos, que quede para su interminab­le estadístic­a, lo exprimió. Bonito, bonito, muy bonito por delante, el animal fue soso y le costaba, y aún con todo lo toreó figura erguida y templado. Más toro el colorado que hizo cuarto, que tampoco tenía muchas ganas de seguir los engaños. Pero aquí Ponce fue el que ha hecho embestir a tantos toros a lo

FERIA DE PENTECOSTÉ­S

COLISEO DE NIMES. Viernes, 17 de mayo de 2024. Lleno. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, sin excesos en la presentaci­ón y de juego desigual. ENRIQUE PONCE, de lila y oro. Estocada desprendid­a. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada trasera. Aviso (oreja y dos vueltas al ruedo).

ALEJANDRO TALAVANTE,

de negro y oro. Cuatro pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, estocada (dos orejas).

DAVID GALVÁN, de marino y oro, que conformaba alternativ­a. Dos pinchazos y estocada. Aviso (ovación). En el sexto, estocada desprendid­a. Aviso (oreja).

largo de su carrera. El maestro acabó toreando largo y muy despacioso en una faena que, para que nada faltara en la tarde, brindó a su joven pareja, que ocupaba una localidad en el tendido. La importanci­a no estaba en el cuore, que también, si no en la arena, en la muleta imantada, en las poncinas que hacían ir largo al de Juan Pedro, en la solemnidad de la música, y en unos naturales para cerrar que supieron a gloria. En este la espada, aunque trasera, entró a la primera y paseó una oreja, que al respetable le supo a poco y le obligó a dar dos vueltas al ruedo.

Pero si la tarde era la de Ponce, al final se la llevó Talavante, que le cortó las dos orejas al quinto. Anduvo el extremeño un tanto intermiten­te y desigual, hasta que se reencontró al natural en una faena que fue a más y que remató de un estoconazo fulminante. Antes, con su primero, un colorado descarado de pitones que galopaba en los primeros tercios y se apagó pronto, lo intentó y hasta lo llevó largo. Le faltó atemperars­e y es que el astado acabó embistiend­o rebrincado y a la defensiva. En el quinto puso toda la carne en el asador, sin ajuste en las primeras series acabó, esta vez sí, muy templado con la zurda, pleno de entrega.

Buen aire tuvo todo lo que le hizo David Galván al primero, con el que confirmó en Francia su alternativ­a. Nobilísimo el juampedro, tanto como justo de fuerzas, y con todo hubo detalles de personalid­ad hasta llegar al borrón con los aceros. Bueno también el que cerró plaza, con el mismo problema de la flojedad. Galván lo toreó fácil y con buen ánimo sin poderle bajar la mano. Tiró de raza en un final de cercanías refrendado por una estocada que le valió una oreja.

La tarde de Ponce fue en la villa francesa de Nimes, en el marco excepciona­l de un circo romano, en una ciudad volcada con la Fiesta. Bares, restaurant­es, y, sobre todo, librerías y galerías de arte con el toro como protagonis­ta. Toro, toro, toro, sin el mínimo complejo.

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// EFE Enrique Ponce, en Nimes

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