Malas compañías
PUNTADAS SIN HILO
El malestar del PSOE de Sevilla por la foto de Antonio Muñoz con Juanma Moreno en un concierto demuestra el alarmante deterioro de la política
HACE un par de décadas, cuando quien suscribe cubría la información parlamentaria, era habitual ver a diputados de diferentes partidos compartiendo una cerveza en el entonces minúsculo bar de la Cámara autonómica. En ocasiones era más de una cerveza, y la cosa terminaba con efusivas muestras de camaradería. A nadie le llamaba la atención este colegueo porque se consideraba algo natural; los periodistas conocíamos los vínculos de amistad más estrechos entre diputados de diferentes formaciones y sabíamos que se intercambiaban favores o recomendaciones. A veces estas amistades se convertían en peligrosas: hubo un portavoz del PP que acusó –con bastante fundamento– a un compañero de partido de filtrar información a un amigo del PSOE para que los socialistas le pudieran vapulear en los plenos. Pero, celadas aparte, en general había un clima político de aceptable tolerancia en el que la mayoría de los parlamentarios sabía distinguir la contienda en el salón de plenos de la convivencia en los pasillos de la Cámara.
El pasado viernes el portavoz del PSOE en el Ayuntamiento y exalcalde, Antonio Muñoz, subió a las redes sociales una foto con Juanma Moreno, y su esposa, Manuela Villena, después de que coincidieran en uno de los conciertos del festival de música Interestelar. Aparecen los tres sonrientes, todos ellos vestidos de manera informal, y Muñoz rubricaba la imagen con un mensaje conciliador: «Porque las diferencias políticas, ideológicas, no deben separar a las personas». La iniciativa de Muñoz no parece haber sentado bien en el PSOE de Sevilla, cuyo secretario general, Javier Fernández, se apresuró a utilizar la misma imagen pero con un texto agresivo. Censuraba a Juanma Moreno que fuese a un concierto de música pese al mal estado de la sanidad, mezclando churras y merinas de forma un tanto absurda. Más que atacar a Moreno, se intuye que lo que buscaba la máxima autoridad provincial del PSOE era reprochar la iniciativa de Antonio Muñoz y dejar claro al exalcalde que en el panorama político actual no hay sitio para la más mínima confraternización.
A Muñoz le han venido a decir sus propios compañeros que cuidado con las malas compañías. La consolidación en el poder del sanchismo pasa por una división de la sociedad entre buenos y malos –progresistas y fascistas, en su jerga– que no admite ningún gesto conciliador. Se trata de una operación de ingeniería sociopolítica en la que la demonización del enemigo es imprescindible, porque justifica el apoyo de socios ‘dudosos’. Las alianzas de Sánchez con Puigdemont o Bildu son menos incómodas si se consagran a la lucha contra el fascismo. Y de Sánchez para allá, todo es ultraderecha. Este reduccionismo maniqueo es la peor herencia que dejará el sanchismo, mucho más grave que la gestión económica. Porque en un país como el nuestro, todos sabemos que aventar fantasmas del pasado es jugar con fuego.