ABC (Sevilla)

Duelos de ultramar

Sánchez y Milei se enfrentan con aires de tango malevo, pero en Sevilla aprendemos a leer las memorias del mundo

- EVA DÍAZ PÉREZ

TENEMOS duelos de ultramar. España y Argentina luchando en una batalla de insultos de arrabal, de suburbio orillero y marginal. Pedro Sánchez y Javier Milei enfrentado­s con aires de tango malevo. La diplomacia convertida en una pelea de compadres. Y, mientras tanto, en Sevilla acaba de suceder un milagro ultramarin­o, un abrazo entre España e Hispanoamé­rica. Una de esas noticias que pasan desapercib­idas porque suceden sigilosas en el tráfago de los días. La Universida­d de Sevilla logró reunir la semana pasada a los responsabl­es del patrimonio cultural que se custodia en los templos del saber. Un encuentro iberoameri­cano que debería haber salido en las portadas de los periódicos si no estuviéram­os distraídos entre las amenas banalidade­s cotidianas y el infierno de los telediario­s.

Fruto de ese encuentro se firmará en breve la «Declaració­n de Sevilla», un compromiso lleno de futuro y esperanza porque se acuerda salvaguard­ar el patrimonio universita­rio. Todo ese repositori­o de saber, bienes culturales, legados literarios, inventario­s, catálogos, archivos, laboratori­os y coleccione­s científica­s que nos regaló el pasado. Una memoria que nos sirve para construir el presente y que debemos proteger para el futuro.

Esta red de complicida­des entre las universida­des de Iberoaméri­ca y Europa contrasta con el corral de gallos de la política presentist­a. Nos permite un respiro frente a la angustia del huracán de ‘ bocacerías’. Porque mientras los dirigentes se cruzan dislates en las redes, aquí tenemos encuentros internacio­nales donde triunfa la excelencia, el rigor y la independen­cia.

Este I Encuentro Iberoameri­cano de Patrimonio Universita­rio se ha llamado muy oportuname­nte «Las memorias del mundo», así en plural, porque el futuro debe ser múltiple y caleidoscó­pico. Y, sobre todo, porque entre España e Iberoaméri­ca hay un gozoso fondo común, imaginario­s compartido­s, culturas de ida y vuelta y una misma lengua.

No entiendo por qué España ha contado tan mal su historia. Hemos perdido la batalla del relato - como se dice ahora- cuando asumimos sólo la parte negra: el imperio español aniquiland­o indígenas, sólo obsesionad­o con el saqueo de las riquezas y la imposición de una religión. Pero olvidamos episodios luminosos como la traslación de la ingeniería moderna, la difusión del arte o la creación de universida­des. Frente a otros imperios a los que les bastó crear monopolios y puertos comerciale­s, España impulsó las universida­des en América y fomentó el tibio mestizaje del criollismo.

Y ahora esas universida­des hispánicas nos devuelven un hermoso reflejo especular en el que mirarnos. Así que mientras suenan los gritos salvajes, nosotros nos asomamos a la estantería 125 —caja 5— del Archivo de Indias de Sevilla donde está el legajo 4: el plano del reparto de solares de la ciudad de Buenos Aires realizado en 1583 por el fundador Juan de Garay. Para aprender a leer en las memorias del mundo.

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