ABC (Sevilla)

Los olores de Sevilla

Le deseo suerte al genio que haya ideado el Sevirol Spritz porque, como haya sido capaz de captar la fragancia de la ciudad, le queda un Telediario

- JAVIER MACÍAS

HAN creado una bebida que sabe, huele y tiene el color de Sevilla. La han bautizado como el Sevirol Spritz, con el que podemos bebernos esta ciudad a cada sorbo. Recuerdo cuando se celebró la recepción de bienvenida de los Grammy Latinos en el Alcázar que la organizaci­ón regaló a los asistentes un frasco del aire de Sevilla. No el ‘ eau de toilette’ tradiciona­l que nos trae esa fragancia a azahar y a jazmín, sino un bote vacío con el que pretendían recoger ahí el aroma que desprenden las calles de la ciudad. Hay cierta obsesión por vender el olor de Sevilla, pero compartirá usted conmigo que la ciudad, lo que se llama oler, huele muy malamente. Esa esencia que captan nuestras pituitaria­s allá cuando llega marzo y la flor del naranjo cae sobre el adoquinado como copos de nieve es tan bucólica como efímera, como el perfume de los nardos que nos regala la Virgen de los Reyes cada 15 de agosto. También hay mucha literatura evocadora sobre la brisa salada que sube por el Guadalquiv­ir desde Sanlúcar.

La realidad sólo hay que descubrirl­a paseando por cualquier calle de Sevilla, cuanto más estrechita y con mayor número de recovecos mejor. El efluvio a pipí es un olor más tradiciona­l ya si cabe que el de la dama de noche en verano. Éste también florece tras el ocaso, más bien de madrugada, y se acentúa con la sequedad del pavimento, que no se riega desde hace meses. O años, vaya usted a saber. El día que alguien vea a Lipasam baldeando que haga una foto para la posteridad.

Yo, como vecino del Gran Poder, descubro al amanecer un barrio donde los únicos charcos son los que provocan los animales –perros o personas–, junto a costras inmundas pegadas a las aceras. En la calle Castillo Lastrucci, por poner un ejemplo, raro es que no suba para arriba una arcada por la peste acumulada de tanto meado que allí se concentra. Ay como el aire del frasco que dieron en el Alcázar lo hubieran cogido de allí, a Shakira le tiene que oler la casa al baño de una tasca.

Luego está ese hedor tan sevillano del bajante junto a un velador, concentrad­o por la falta de limpieza del alcantaril­lado, o el aire ribereño del que gozan los clientes de los restaurant­es junto al río, donde la corriente salada sanluqueña es una metáfora poética de la verdadera agua estancada regada de mosquitos. Y qué me dice del olor a porro fresco que te atrapa en cualquier rincón, ventolera que arranca el colocón y que es perenne en la ciudad, aunque vivamos en este mayo floreado. Con todos estos olores, le deseo mucha suerte al genio que haya ideado el Sevirol Spritz porque, como haya sido capaz de captar las esencias olorosas de Sevilla, al negocio le queda un Telediario.

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