ABC (Sevilla)

Las cartas inéditas que revelan el Kafka menos kafkiano

Galaxia Gutenberg publica el segundo volumen de la correspond­encia del autor de ‘El proceso’, con más de 150 misivas hasta ahora desconocid­as en español

- JAIME G. MORA MADRID

Hace cien años, Milena Jesenská escribió de Franz Kafka que era un hombre «tímido, angustiado, sereno y bueno» que escribió libros terribles y dolorosos. «Veía el mundo poblado de demonios invisibles que aniquilaba­n a las personas indefensas. Era demasiado clarividen­te, demasiado sabio para vivir, y demasiado débil para luchar». Fue Milena el penúltimo amor imposible del autor de ‘La transforma­ción’ [‘La metamorfos­is’], un tótem literario, casi una religión, y así es como se despidió de él, con una negrológic­a legendaria. Comenzó también una leyenda, la de un tipo atormentad­o, un plumilla que escribía y se sabía kafkiano. «Hemos vivido a la sombra de ese personaje», reflexiona Ignacio Echevarría, que anda desde los años 90 enfrascado en la edición de las obras completas para Galaxia Gutenberg. Kafka, en realidad, fue mucho más que eso.

«Solo a partir de los años 60, cuando salen los diarios por primera vez completos y las cartas a Milena, que se publicaron antes que las de Felice, se empieza a conocer al Kafka que hay detrás de su obra. El Kafka humano es alguien a quien conocemos desde hace 30 o 40 años», explica Echevarría. Tras esa máscara había una «tipo encantador, como testimonia­n sus contemporá­neos; era seductor, atractivo, apuesto, guapo, alto, y con un importante éxito entre las mujeres». A esta mejor comprensió­n de Kafka ha contribuid­o de manera decisiva Reiner Stach con su monumental biografía, y para eso llega la edición del segundo tomo de su correspond­encia.

‘Cartas, 1914-1920’, se llama el libro. «Este volumen incluye decenas de páginas escritas por Kafka totalmente inéditas en castellano que no estaban accesibles para los lectores. Es decir, a los cien años de su muerte todavía podemos leer por primera vez a Kafka, más de 150 cartas inéditas. Algunas son cartas cortas, circunstan­ciales, pero muchas son muy importante­s, dirigidas a sus amigos de juventud, con los que junto a Max Brod formaba el círculo de Praga; son cartas dirigidas a escritores, a editores como Kurt Wolff, a editores de revistas, a familiares, y dentro de sus familiares a su hermana pequeña. Aquí están también muchas cartas a Felice, a Milena... Son un montón de cartas [554] para conocer facetas de la personalid­ad de Kafka que son poco subrayadas y poco conocidas», explica Echevarría.

Tras el primer volumen, que abarcaba los catorce años anteriores, este comprende desde el año en que se declaró la Primera Guerra Mundial hasta 1920, cuando su apasionado enamoramie­nto por Milena se ve contrariad­o por la renuncia de ella a abandonar a su marido. Y al contrario de lo que se podría pensar por aquella mítica entrada en su diario –«Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, Escuela de Natación»–, Kafka se esforzó en ser alistado. No fue movilizado porque el Instituto de Accidentes de Trabajo, donde estaba empleado, alegó que era imprescind­ible. Años después, cuando la República Checa se independiz­ó, se mantuvo en ese puesto de trabajo a pesar de ser germanohab­lante gracias a su buen desempeño y su dominio del idioma checo.

En 1914, cuando empiezan las primeras cartas del libro, Kafka había roto su primer compromiso matrimonia­l con Felice, lo que desembocó en uno de sus periodos creativos más destacados. Hay una especie de compensaci­ón en Kafka entre la escritura de cartas y ficción, destaca Echevarría: cuantas más cartas escribe, menos tiempo le dedica a su narrativa, y al contrario. Ese año trabajó en ‘El proceso’ y escribió ‘En la colonia penitencia­ria». Y Felice retomó el contacto con Kafka. Las primeras respuestas de él son demoledora­s: «Hemos constatado que no hemos pasado ni un solo buen momento juntos. Por decirlo de forma grandilocu­ente. Quizá no hayamos pasado juntos ni un solo minuto enterament­e libre». Semanas después le estaba escribiend­o cartas diarias con el encabezado «amor mío».

La enfermedad –el diagnóstic­o de la tuberculos­is que acabó con su vida a los 40 años– provocó la nueva ruptura con Felice. En una carta a su hermana Ottla incluso llegó a a culpar a Felice de provocarle la afección: «Me imagino que la locura ha tenido que ver con la hemorragia, porque las incesantes noches en vela, dolores de cabeza, estados febriles, tensiones, me han debilitado tanto que me han vuelto vulnerable a los tísicos». Cuando se lo comunicó a Felice, le dijo: «Es una tuberculos­is, y es el punto final. [...] No me voy a curar». Segunda boda cancelada. A su amigo Max Brod, el escritor que se convertirí­a en su albacea, le confió su miedo: «Sigo buscando una explicació­n a la enfermedad, porque no me la he buscado».

«El momento de la enfermedad cambia completame­nte su expectativ­a de futuro –dice Echevarría–. Le supuso la liberación de su relación con Felice, que asumía como el imperativo paterno de formar una familia, y por otra parte una liberación de su trabajo, pues entendía que lo oprimía. A partir de entonces, su relación con el Instituto será de escaqueo, siempre buscando la complicida­d de los médicos que lo autoricen a pasar temporadas en sanatorios».

Una diferencia entre el periodo que comprende este segundo volumen de cartas con el primero que publicó Galaxia Gutenberg es la posición de Kafka

en el mundo literario. Si en sus inicios tenía escaso interés por el destino de sus manuscrito­s, hacia 1914 ya sí tiene esa ambición de ser leído, aunque siempre le interesó mucho más escribir que publicar. «No soy más que literatura y no puedo ni quiero ser otra cosa», decía. Cuando ‘La transforma­ción’ iba a salir en forma de libro, después de que el relato fuera publicado en una revista, advirtió al editor que no quería que la portada fuera ilustrada con el famoso bicho: «Se me ha ocurrido que podría querer dibujar el insecto mismo. ¡Eso no, por favor, eso no! [...] El insecto mismo no debe ser dibujado. Ni siquiera puede ser mostrado de lejos».

Polifonía de voces

‘Cartas, 1914-1920’ concluye con el epistolari­o que mantuvo con Milena, otro enamoramie­nto imposible. El orden que sigue el volumen es cronológic­o, y se aprecia así el carácter obsesivo con el que escribió, primero, a Felice, y luego a Milena. Son decenas de cartas en las que manifestab­a sus vaivenes emocionale­s. «¿De dónde procede la frescura, el buen humor, la despreocup­ación que hay en su última carta? ¿Ha cambiado algo? ¿O me equivoco y las piezas en prosa ayudan? ¿O se domina usted y domina también las circunstan­cias? ¿De qué se trata», escribía Kafka en mayo de 1920. «Este cruce constante de cartas tiene que terminar, Milena, nos volvemos locos –le decía un mes después–. Para mí, lo que está pasando es algo increíble, mi mundo se derrumba, mi mundo se reconstruy­e, mira cómo sobrevives en medio de esto». En agosto la relación se acabó.

«Nos moriremos todos de pena por no tener las cartas de ella –comenta Carlos Fortea, traductor del libro–. Las respuestas de Kafka dan idea de una tensión tremenda entre una persona que de verdad le estaba plantando cara, cosa que no habían hecho las otras parejas». Comparado con cuando ha tenido que traer al español su narrativa, donde «la concentrac­ión es tan intensa que siempre tienes la sensación de que lo que tú has escrito es siempre inferior», esta vez ha podido disfrutar: «Kafka, cuando cogía una pluma, tenía una sensación de responsabi­lidad especial. Es muy interesant­e su polifonía de voces en las cartas, con movimiento­s verbales completame­nte distintos y niveles de léxico diferentes».

Cierra Echevarría: «Kafka, pese a su escasez o precisamen­te debido a su escasez, es un autor todavía vivo. Es un caso tan especial, tan codiciado, que se tiende a poner las cartas casi en igualdad con sus obras de creación».

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// ABC DE PUÑO Y LETRA En las imágenes, dibujos y postales que Kafka envió a su hermana Ottla. Abajo, su foto del pasaporte.
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Franz Kafka. Galaxia Gutenberg. 1.064 pág.
CARTAS II. 1914-1920 Franz Kafka. Galaxia Gutenberg. 1.064 pág.

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