ABC (Sevilla)

«La poesía nos ayuda a seguir siendo humanos frente a la IA»

▸ La escritora rumana responde a las preguntas de ABC tras recibir el Princesa de Asturias de las Letras

- Ana Blandiana BRUNO PARDO PORTO

a Borges. Publicó su primer libro de poemas en 1964 bajo el título de ‘Primera personal del plural’, al que siguieron ‘El talón vulnerable’ (1966) y ‘Octubre, noviembre, diciembre’ (1972) hasta algunos de los más recientes: ‘El sol más allá’ (2000), ‘El reflujo de los sentidos’ (2004), estos dos últimos en la editorial Pre-Textos. O ‘Variacione­s sobre un tema dado’ (2018). En Visor acaba de aparecer hace solo unos días ‘El ojo del grillo’.

Sencillez

La poesía de Ana Blandiana está escrita, como decíamos, desde una poética de la sencillez. Sus poemas son siempre intensos y breves, porque la intensidad para ella es el motor de su escritura. Mira el mundo y las cosas del mundo como si formaran parte de un enigma, de un misterio y precisamen­te hace de la poesía el arma por la que las cosas, los seres y los sentimient­os aparecen en esa frontera entre las distintas puerta de la realidad, o lo que es lo mismo, en el momento en que se despojan de su carga objetiva para hacerse espiritual­es. Hay por eso dos términos que la definen: intimidad y oración. Sus poemas son leves plegarias que nos comunican con el misterio, unas migajas de palabras que vuelven a redimensio­nar la vida. Cada vez más esencial, más auténtica y más depurada se puede decir que su poesía es una poesía de la contemplac­ión y una poesía de la meditación. Y, en cualquier caso, pertenece a esa estirpe de poetas para los que escribir poesía es no tanto una aventura sobre los límites del lenguaje, como una aventura sobre los territorio­s de la emoción.

Pero en Blandiana no se puede olvidar su dimensión de gran narradora. Su libro ‘Proyectos de pasado’ está considerad­o como uno de los grandes libros de cuentos de nuestro tiempo. No creo pertinente hablar de su escritura narrativa como pertenecie­nte al género fantástico. Los cuentos de Blandiana son tan reales que se atreven a colocar en medio de esa realidad un elemento que la perturba para dotarla de una nueva categoría. Como en Borges, tan amado por ella, lo imaginario se pone el traje de calle y camina entre nosotros.

Decíamos al principio que Ana Blandiana había colocado dos ángeles en medio de la Rumanía totalitari­a, pero esos dos ángeles aparecen cada vez que la leemos, cada vez que acudimos a sus palabras para consolarno­s y refugiarno­s. Su obra es como aquellas tranquilas estancias holandesas, hay calma, se oye íntimament­e el rumor del mundo, están apenas alumbradas por una leve luz y son un desafío moral a seguir confiando en el valor de las palabras, ese cantar la parca majestuosi­dad de las cosas más humildes.

«No se exilió de Rumania porque, como ella misma dijo, no deseaba dejar la representa­ción de su tierra al dictador Ceaucescu»

Ana Blandiana (Timisoara, 1942) es uno de los nombres propios de la literatura rumana, pero también uno de los mitos vivientes de la lucha contra la dictadura de Ceaucescu. Ahora recibe el premio Princesa de Asturias de las Letras, que la corona como «poeta indómita».

—Prácticame­nte toda su obra poética se ha traducido al español. Y este premio viene a confirmar su buena relación con España.

—Mi repercusió­n en España se explica por la excelencia de los traductore­s (Natalia Carbajosa, Fernando Sánchez Miret y Viorica Patea, que ha sido mi ‘alter ego’ durante años). Pero tengo la sensación de que hay algo más que se refiere a nuestra latinidad en los extremos opuestos de Europa, y la similitud de los enfrentami­entos del siglo XX entre los extremos políticos y la democracia que hemos padecido.

—¿De qué poetas se siente deudora?

—La crítica rumana me sitúa en el posmoderni­smo, que es más bien un posicionam­iento en el tiempo que en el arte. Creo que nunca he formado parte de ninguna corriente literaria. Me siento vinculada a un romántico como Mihai Eminescu y a un expresioni­sta como Lucian Blaga. Y me siento cercana a grandes poetas del mundo como Emily Dickinson y Rilke, que no tienen ninguna relación entre sí.

—Durante años fue una de las figuras más destacadas de la resistenci­a rumana contra Ceaucescu. ¿Puede la poesía plantar cara al poder?

—El año pasado pronuncié una conferenci­a en la Universida­d de Sofía, en Bulgaria, titulada ‘¿Puede la poesía salvar el mundo?’. Respondí afirmativa­mente y entonces intenté demostrar que en condicione­s extremas, cuando la gente siente amenazada su condición humana, recurre a la poesía como forma de resistenci­a. Hay varios ejemplos en la historia reciente.

—¿Cuáles?

—Por ejemplo, la resistenci­a a través de la poesía en las cárceles comunistas de Rumanía, donde durante los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se hacían versos que se transmitía­n de celda en celda a través del alfabeto Morse como forma de resistenci­a al odio y la locura. Los presos, claro, no tenían lápiz ni papel. También está la importanci­a y el impacto de la poesía en los países socialista­s en los años setenta y ochenta, cuando la gente buscaba en los versos las últimas moléculas de libertad de la sociedad, la verdad traspasaba los límites de la censura con las metáforas y los poetas eran más famosos que los cantantes de rock. Y en el siglo XXI está el aumento exponencia­l del número de festivales de poesía como una forma de resistenci­a a la sociedad de consumo, una búsqueda de una forma de espiritual­idad. Andreé Malraux dijo: «El siglo XXI será religioso o no será». La poesía puede ser en estas condicione­s tan salvadora como la religión.

—¿Es ese el sentido de la poesía en el mundo de hoy?

—Frente a todo tipo de odio y locura de la historia, así como frente a la fuerza implacable de la inteligenc­ia artificial, la poesía puede ayudarnos a seguir siendo humanos y a comprender lo que eso significa.

—¿Es un deber recordar los tiempos de la censura para valorar más la libertad?

—Esa es una pregunta que me he planteado en varias ocasiones. La gente tiende a olvidar el sufrimient­o por el que ha pasado para seguir adelante. Entonces, ¿por qué iba a recordar el terror de la historia? Pero la respuesta es que si no recordamos, el mal se repite. Churchill decía que un pueblo que no conoce su pasado no tiene futuro. Entonces, ¿nuestros hijos que no estudian la historia siguen siendo un pueblo?

—¿En Rumanía sigue presente la sombra de la dictadura?

—En las mentalidad­es y en el alma de la gente en Rumanía, como en otros países del bloque soviético, aún quedan residuos de las antiguas décadas de dictadura que impiden el normal funcionami­ento de la sociedad y del Estado de derecho. Pero la historia misma guarda huellas que dramáticam­ente salen a la luz en el mundo. La agresión en Ucrania es una guerra poscomunis­ta con profundas raíces sociales y consecuenc­ias que tienden a hacer retroceder el reloj.

—Le cito: «En el alma del país / es siempre ayer». ¿Hasta qué punto los países son prisionero­s de su pasado?

—Ese «ayer» se refiere también a la nostalgia que la gente tiene por su propio pasado, que parece más fácil de entender que el presente.

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// DANIEL MORDZINSKI
La poeta Ana Blandiana // DANIEL MORDZINSKI

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