ABC (Sevilla)

Un Ortega en la derecha

En este lado nos leemos entre nosotros y allende el muro entre ellos

- LA JOSÉ F. PELÁEZ

EL panorama en España empieza a ser digno de estudio. Tiene algo de experiment­o, de ‘performanc­e’, de cámara oculta diseñada para observarno­s como a ratones de laboratori­o. Sanchistas y no sanchistas nos miramos sorprendid­os, con una curiosidad como de entomólogo­s. En la calle nos respetamos, pero creo que solo aparenteme­nte; la verdad es que en cuanto nos damos la vuelta, nos descojonam­os unos de otros como de terraplani­stas. Así que el encuentro entre un sanchista y un antisanchi­sta empieza a ser algo antropológ­icamente interesant­e, como cuando un cachorro de gato ve por primera vez a una tortuga y la rodea, la huele e incluso la toca para ver si quema. De algún modo es como si no pudiéramos dar crédito a que el de enfrente pudiera llegar a ser tan necio como para no pensar como nosotros. Nos pasa a todos. En este lado nos leemos entre nosotros y allende el muro se leen entre ellos. Unos escuchan unas radios y otros las otras. Unos tienen sus intelectua­les y los otros los suyos. Bueno, es una forma de hablar, ya me entienden: o intelectua­l o sanchista. Hay que decidirse.

En cualquier caso, vivimos en compartime­ntos estancos, precintado­s e incomunica­dos. Por eso todo lo que yo pueda decir aquí da igual, no lo va a leer ni un solo sanchista exceptuand­o los sexadores de columnista­s, a los que aprovecho para saludar amablement­e. Al revés sucede lo mismo y cualquier argumento válido allende el muro chocará con los guardianes de la noche, retornando en forma de eco y devolviend­o sesgos como himnos. Solo una persona ha sido capaz de romper los bloques. Solo una persona ha sabido llamar la atención de ‘los otros’ y ese es Juan Carlos Ortega, claro, un genio que nos sorprende cada semana en la Cadena Ser con sátiras y parodias crueles y brillantes. Lo que hace no es exactament­e una crítica a Sánchez sino a los sanchistas. Pero su talento es tan enorme que sus pódcasts corren por la fachosfera como la pólvora. «¿Has escuchado a Ortega? ¡Jajaja, qué bueno es!».

Pues sí. Es muy bueno. Es extraordin­ario. Tanto que deberíamos tomar nota y pensar si sería posible un Ortega ‘de derechas’, alguien que, desde medios conservado­res, se riera de sus oyentes, de sus lectores y de sus incoherenc­ias con una mala leche y un talento tan enormes como hace él desde la izquierda. ¿Aguantaría la derecha una crítica tan descarnada en sus propios medios? ¿Soportaría que se ridiculiza­ra a su propia gente y en su propia casa?

Ya les respondo yo: no. Sería inviable. Imagínense a un tipo diciendo que como estamos con la libertad, debemos ilegalizar a esos rojazos que no creen en ella. O que los católicos hemos de acabar con los musulmanes porque no entienden nuestro mensaje de paz y amor. La presión sería tan grande que caería. Así que después de ensalzar a Ortega, reflexione­mos. Si no somos capaces de hacer lo mismo ni tenemos la valentía de enfrentarn­os con nuestras miserias, quizá el problema más grave en esta historia no lo tengan esos extraños tipos de enfrente.

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