Un Ortega en la derecha
En este lado nos leemos entre nosotros y allende el muro entre ellos
EL panorama en España empieza a ser digno de estudio. Tiene algo de experimento, de ‘performance’, de cámara oculta diseñada para observarnos como a ratones de laboratorio. Sanchistas y no sanchistas nos miramos sorprendidos, con una curiosidad como de entomólogos. En la calle nos respetamos, pero creo que solo aparentemente; la verdad es que en cuanto nos damos la vuelta, nos descojonamos unos de otros como de terraplanistas. Así que el encuentro entre un sanchista y un antisanchista empieza a ser algo antropológicamente interesante, como cuando un cachorro de gato ve por primera vez a una tortuga y la rodea, la huele e incluso la toca para ver si quema. De algún modo es como si no pudiéramos dar crédito a que el de enfrente pudiera llegar a ser tan necio como para no pensar como nosotros. Nos pasa a todos. En este lado nos leemos entre nosotros y allende el muro se leen entre ellos. Unos escuchan unas radios y otros las otras. Unos tienen sus intelectuales y los otros los suyos. Bueno, es una forma de hablar, ya me entienden: o intelectual o sanchista. Hay que decidirse.
En cualquier caso, vivimos en compartimentos estancos, precintados e incomunicados. Por eso todo lo que yo pueda decir aquí da igual, no lo va a leer ni un solo sanchista exceptuando los sexadores de columnistas, a los que aprovecho para saludar amablemente. Al revés sucede lo mismo y cualquier argumento válido allende el muro chocará con los guardianes de la noche, retornando en forma de eco y devolviendo sesgos como himnos. Solo una persona ha sido capaz de romper los bloques. Solo una persona ha sabido llamar la atención de ‘los otros’ y ese es Juan Carlos Ortega, claro, un genio que nos sorprende cada semana en la Cadena Ser con sátiras y parodias crueles y brillantes. Lo que hace no es exactamente una crítica a Sánchez sino a los sanchistas. Pero su talento es tan enorme que sus pódcasts corren por la fachosfera como la pólvora. «¿Has escuchado a Ortega? ¡Jajaja, qué bueno es!».
Pues sí. Es muy bueno. Es extraordinario. Tanto que deberíamos tomar nota y pensar si sería posible un Ortega ‘de derechas’, alguien que, desde medios conservadores, se riera de sus oyentes, de sus lectores y de sus incoherencias con una mala leche y un talento tan enormes como hace él desde la izquierda. ¿Aguantaría la derecha una crítica tan descarnada en sus propios medios? ¿Soportaría que se ridiculizara a su propia gente y en su propia casa?
Ya les respondo yo: no. Sería inviable. Imagínense a un tipo diciendo que como estamos con la libertad, debemos ilegalizar a esos rojazos que no creen en ella. O que los católicos hemos de acabar con los musulmanes porque no entienden nuestro mensaje de paz y amor. La presión sería tan grande que caería. Así que después de ensalzar a Ortega, reflexionemos. Si no somos capaces de hacer lo mismo ni tenemos la valentía de enfrentarnos con nuestras miserias, quizá el problema más grave en esta historia no lo tengan esos extraños tipos de enfrente.