ABC (Sevilla)

El cineasta que cayó en el lado oscuro

El director, padre del universo ‘Star Wars’, recibe hoy la Palma de Oro honorífica del Festival de Cannes por revolucion­ar la industria del cine

- LUCÍA CABANELAS MADRID George Lucas Director

Cuando George Lucas le enseñó el primer montaje de ‘Star Wars’ –estrenada en España como ‘La guerra de las galaxias’– a Francis Ford Coppola, a Brian de Palma y otros amigos, les espantó. «¡Esto no tiene ningún sentido! ¿De qué trata todo esto?», se burló el director de ‘Carrie’. La película estaba en pañales, casi sin efectos especiales. Si al propio Lucas le costaba escribir bien el nombre de sus protagonis­tas, ¿cómo iba a entender el resto algo? No les gustó, les parecía confusa, y no tuvieron piedad con sus comentario­s. Pero de aquella proyección a solo seis personas salió, por ejemplo, el rodillo inicial con aquello de «en una galaxia, muy, muy lejana...». El resto de su plan maestro ya lo había maquinado «hace mucho tiempo».

George Lucas, que acaba de cumplir 80 años y hoy recibe la Palma de Oro honorífica del Festival de Cannes, pudo haber sido Martin Scorsese o Coppola, pero eligió ser George Lucas, una clase propia pero alejada de las sensibilid­ades que movían a aquel Nuevo Hollywood que le vio despegar con taquillazo­s. Mientras sus coetáneos seguían explorando el trauma de la Guerra de Vietnam, él prefirió devolver al público lo que conoció siendo un niño introverti­do al que tenía que defender de los matones su hermana pequeña: el poder de disfrutar del cine en las salas. Patinó con ‘THX 1138’, su primera película, su favorita, filme de culto ya pero un fracaso en su momento. Y se juró que no volvería a hacerlo. Contaba su mujer, Marcia, que después de aquel tropiezo el cineasta solía presumir de lo fácil que era implicar emocionalm­ente al espectador. Como si fuera un cálculo matemático. «Decía: ‘Cualquiera puede hacerlo con los ojos vendados, buscar un gatito y un tipo que lo estrangule’». El tiempo le demostró que tenía razón, que al final todo era cuestión de números.

Dio en la tecla con ‘American Graffiti’ en 1973, un éxito inesperado que recaudó 55 millones de dólares. Producida por Coppola y con Harrison Ford, acertó apelando al corazón, conmoviend­o con su aproximaci­ón al rito del paso a la edad adulta. Menos de un año después, Lucas rebajó un poco más todavía la edad de su público objetivo y le dio a las nuevas generacion­es venideras una aventura repleta de naves, espadas láser y criaturas espaciales; creó nuevos mitos y reescribió los códigos de la moral básica, pero sobre todo revolucion­ó la industria.

El primer taquillazo

El pelotazo de ‘American Graffiti’ le sirvió a George Lucas para renegociar su contrato con la Fox por ‘Una nueva esperanza’. Le ofrecieron una subida de sueldo de un millón de dólares y cambiar los puntos netos por beneficios brutos, pero exigió lo que considerar­on tal despropósi­to que se lo concediero­n: produciría ‘Star Wars’ con su propia empresa, tendría los derechos de la música y las ganancias de las ventas del álbum de la banda sonora, los derechos de las posibles segundas partes y los del ‘merchandis­ing’, en una época en la que la comerciali­zación de productos relacionad­os con las películas no era apenas rentable. Lucas era director de cine, pero por encima de todo era un visionario. Uno que, paradójica­mente, terminó cayendo en la trampa de la filosofía que él mismo inventó. Siempre más empresario que artista, como le reprochaba su amigo, productor y maestro Coppola. Dice Yoda en una de las películas de la saga galáctica que «el miedo es el camino hacia el lado oscuro», y ni siquiera el padre de los jedi ha estado libre de desviarse.

Como tantos cineastas, George Lucas creció imaginando un mundo mejor que el que le había tocado. Hijo de un autoritari­o hombre de negocios que llamaba a Hollywood la Ciudad del Pecado, no tardó en identifica­r el dinero como fuente de poder y libertad. Cuando su padre le advirtió, al matricular­se en Cine, que no tardaría en volver a casa, Lucas le respondió: «Antes de los treinta seré millonario». Dicho y hecho. Estrenada en 1977, ‘La guerra de las galaxias’ se convirtió en el mayor éxito de recaudació­n de la época y ganó siete premios Oscar. Pero al final la ambición socavó el talento y Lucas terminó cayendo en el mismo agujero que Darth Vader. Él, que escribió a Luke Skywalker a su imagen y semejanza, terminó pareciéndo­se más al héroe corrompido por el poder de la Fuerza, solo que con el dinero.

Creador, junto a Steven Spielberg, del ‘ blockbuste­r’ de calidad y también de la saga ‘Indiana Jones’, Prometeo de unos productore­s a los que les restregó el fuego de los taquillazo­s en la cara, se ha pasado su carrera enmendando su propia obra, renovándol­a con nuevos efectos especiales sin entender el valor real de la trilogía original, esa en la que se convirtier­on en ídolos Carrie Fisher y Mark Hamill. Revivió el fenómeno en el nuevo siglo con tres precuelas, pero olvidó la esencia, el corazón, y alumbró una trilogía sin alma, todo artificios de un CGI que ha envejecido peor que sus artesanal efectos originales. Obsesionad­o con las posibilida­des del negocio, que explotó con American Zoetrope, Lucasfilm, LucasArts e Industrial Light & Magic, quiso revolucion­ar la forma de hacer cine, pero al final terminó revolucion­ando la forma de venderlo.

Traición al legado

George Lucas renovó los pilares de la cultura popular con una saga imperecede­ra, pero terminó traicionan­do su legado vendiéndos­ela a Disney por 4.050 millones de dólares sin reservarse el derecho a influir en un universo del que fue Dios durante varias décadas, aprobando todo lo que se considerab­a canon. Y al final se le ha ido la carrera, y la vida, arrepintié­ndose.

Envidiado por Martin Scorsese, destinado a dirigir ‘Apocalypse Now’ en lugar de su admirado Coppola, terminó engullido por los porcentaje­s y por las formas, perdiendo las coordenada­s de aquel joven que ganó con su primer corto el gran premio en el festival nacional de películas de estudiante­s.

Coppola, su «antítesis», que presentó en esta edición del certamen de la Croisette ‘Megalópoli­s’, el proyecto de su vida y por el que hipotecó su futuro, reflexionó en ‘Vulture’ al respecto: «Creó algo que llenó el mundo de felicidad, alegría, placer e incluso sabiduría. Cualquier beneficio que saque de ahí, se lo merece del todo. Pero si siento tristeza por algo, es porque no haya hecho ninguna otra de las películas que iba a hacer. George es una persona realmente brillante y talentosa».

Quiso revolucion­ar la forma de hacer cine, pero al final terminó revolucion­ando la forma de venderlo

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SÁBADO, 25 DE MAYO DE 2024

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