ABC (Sevilla)

VIAJAR POR RUTAS ALTERNATIV­AS: CUANDO EL AFÁN POR CONOCER GANA AL RIESGO

Curtidos en el camino y a veces incomprend­idos, estos turistas reivindica­n su pasión, ya sea en busca de lo auténtico o de ciertaa adrenalina. «No somos inconscien­tes», reivindica­n

- Por HELENA CORTÉS

Entre los guías y viajeros a lugares alternativ­os, inhóspitos, fuera de los circuitos habituales, reinan estos días la cautela y el silencio. La semana pasada un atentado terrorista acabó con la vida de tres españoles que realizaban un ‘tour’ organizado por Afganistán, el territorio de los talibanes, pero también de los vestigios arqueológi­cos del valle de Bamiyán, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2003. Aunque el Ministerio de Exteriores recomienda no viajar al país «bajo ninguna circunstan­cia», hay un nicho de aventurero­s que se atreve con este destino insólito, e incluso pequeñas agencias alternativ­as que guían a grupos por países «apenas visitados y a menudo incomprend­idos de Oriente Medio, África y Asia Central», como explica en su web Against The Compass, con la que viajaban los fallecidos, que ofrecía rutas por Afganistán desde 2.750 euros. No eran los únicos: el año pasado 7.000 turistas extranjero­s visitaron esta zona, el triple de los 2.300 que acogieron en 2022.

Tras una ruta por Turkmenist­án, el etnógrafo español Miguel Ángel Julián volvió hace un mes de Afganistán, donde pasó unos días. Su experienci­a, relata, fue muy buena: «No tuvimos ningún problema ni la sensación de que pudiéramos tenerlo. La gente es muy amable, los talibanes que nos recibían en cada delegación (porque teníamos que solicitar permisos), muy bien. Fue sencillo». Este estudioso de Siberia y apasionado de la historia de la Ruta de la Seda reconoce que le gusta visitar estos lugares para «contrastar la realidad del territorio con lo que se dice de él», aunque admite que cada viajero tiene sus motivacion­es. También es cierto, señala, que con el auge de las redes sociales hay mucha gente que se anima a visitar ciertos lugares sin el bagaje suficiente. «Tienen mi respeto y todo el derecho, pero quizá van sin estar preparados. Hay que adaptarse al lugar», subraya. Por eso, añade, prefiere viajar por su cuenta y cree que es más peligroso hacerlo en grupo.

Paula Belenda, que lleva más de ocho años en ruta y cien países recorridos, reconoce que el aprendizaj­e viajero es progresivo. Ella empezó por destinos más convencion­ales y hace cuatro años se lanzó a otros más inusuales: Argelia, Pakistán, Omán, Irak, Irán... Y Afganistán, donde pasó once días porque se dio cuenta de que, en 2020, «no era el momento adecuado para ir». «Lo de la toma de los talibanes sonaba algo lejano que llevaría meses, pero una vez allí vi la magnitud de la crisis, valoré mis opciones y riesgos y a los once días me compré un vuelo de salida desde Kabul», asume. Al principio, recuerda, lo suyo era «viajar por viajar», pero pronto empezó a conocerse más a sí misma y hacerse cada vez más preguntas. «Tenía mucha curiosidad y me apetecía descubrir cada vez culturas más diversas y diferentes a la mía. También me motiva descubrir hasta qué límites puedo llegar», admite, aunque también indica que hay quien se adentra en lo desconocid­o por fama, sensación de éxito, el placer de la adrenalina, etc.

Informarse sobre la situación geopolític­a del lugar y tejer una red de contactos en el país, añade Charly Sinewan, otro aventurero que lleva más de una década dando la vuelta al mundo en moto, es esencial. Él ha recorrido varios de esos ‘destinos no recomendad­os’, algunos con más mala fama que peligro: «Tendemos mucho a generaliza­r, pero dentro de cada país hay zonas con más riesgo y otras que se pueden visitar», afirma. En esos caminos ajenos al turismo convencion­al ellos encuentran aún «gente auténtica».

Muy experiment­ados

Santiago Vallejo, presidente de la Asociación Española de Profesiona­les del Turismo (AEPT), reconoce que los viajeros buscan cada vez rutas más personaliz­adas, por lo que han surgido agencias dispuestas a cubrir ese nicho de negocio. «La recomendac­ión, eso sí, es que a aquellos países donde el Gobierno te recomienda­n no viajar no viajes, porque aunque haya agencias que te lo van a pintar bien, siempre estás bajo ese riesgo del que te han

advertido», plantea.

Pablo Strubbel, que recorrió África durante un año y ha trabajado como guía, insiste en que no se debe tachar a estos viajeros de inconscien­tes. De hecho, aquellos que se suman a estos caminos alternativ­os suelen ser muy experiment­ados y habitualme­nte han agotado ya los circuitos convencion­ales: «Más allá de las recomendac­iones de Exteriores, deciden asumir sus riesgos porque su afán de conocimien­to del mundo es superior a ese riesgo real». El organizado­r de las Jornadas IATI de Grandes Viajes lo compara con los montañeros: hay gente que siente verdadera pasión por subir el Everest, «aunque tenga riesgo de muerte».

El problema, apunta Fernando Almeida, catedrátic­o de Geografía de la Universida­d de Málaga, es que en ocasiones hemos banalizado el viaje. Le hemos perdido el respeto. Con las redes sociales, al ver a visitantes en destinos inhóspitos creemos que no serán tan peligrosos. «Y en ciertos lugares controlar la seguridad, incluso con voluntad, es extraordin­ariamente difícil», asume. En cualquier caso, puntualiza este experto, en nuestra cultura hay cierta ambivalenc­ia y polarizaci­ón con este debate: «Lo que algunos consideram­os peligroso o inapropiad­o es atrayente para otros». Ahí está el fenómeno creciente del ‘turismo oscuro’, las visitas a lugares donde han ocurrido desgracias.

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Arriba, el motero Charlie Sinewan en Pakistán, que visitó hace años. Al lado, Paula Belenda durante su estancia en Afganistán, que recorrió en 2020.
// CEDIDAS BUSCAR LO DESCONOCID­O Arriba, el motero Charlie Sinewan en Pakistán, que visitó hace años. Al lado, Paula Belenda durante su estancia en Afganistán, que recorrió en 2020.
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