Verbolario
Autoinmune, adj. Envidioso de sí mismo.
tico. Humboldt se pagó el viaje de su bolsillo, llevando numerosos instrumentos de medición en su equipaje.
Al llegar a Venezuela, descubrieron el paisaje de la selva tropical: «Corríamos de un lado para otro como posesos. Cogíamos algún ejemplar desconocido, pero lo soltábamos al ver otro más raro». Humboldt decidió navegar por el Orinoco hasta alcanzar uno de los afluentes del Amazonas, aprovechando el itinerario para estudiar las costumbres indígenas.
Humboldt se dirigió desde Cartagena de Indias a Cuba, en la que profundizó en el legado español y su lugar como cruce de culturas. Un año después de llegar a las costas americanas, viajó por Colombia, Ecuador y Perú. Ascendió las laderas del Chimborazo, considerado entonces el monte más alto del mundo, aunque le faltó muy poco para llegar a la cima.
Para terminar el periplo, Humboldt llegó a México a comienzos de 1803, dejando atrás penalidades y unas fiebres que pusieron en peligro su vida. En ese país, estudió la temperatura y las corrientes marítimas. Finalmente, viajó a Washington, donde fue recibido por el presidente Jefferson, que era aficionado a las ciencias naturales. Desde Estados Unidos regresó a Europa tras haber recorrido más de 10.000 kilómetros, la mayoría a pie.
En París, vivió durante más de dos décadas y escribió los 33 volúmenes que llevan por título ‘ Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente’, que acrecentó su fama. Volvió a Berlín en 1827, donde fue nombrado chambelán por Federico Guillermo III de Prusia. A pesar de su edad, siguió encabezando expediciones científicas a los Urales por encargo del zar Nicolas I, a Siberia y al mar Caspio.
Durante los últimos años de su vida, centró sus energías en la redacción de ‘Cosmos’, un ensayo monumental sobre la estructura del Universo. La muerte le sobrevino en 1859 a los 89 años. Está enterrado en el cementerio de Tegel en una sencilla tumba de piedra en la que sólo consta su nombre y las fechas de su muerte y de su nacimiento.