ABC (Sevilla)

La oposición a Maduro busca un éxito arrollador para evitar intentos de represión militar

▸ También será clave que las protestas callejeras en rechazo del fraude electoral, de producirse, sean abrumadora­s

- EMILI J. BLASCO

Las multitudin­arias movilizaci­ones en todo el país lideradas por María Corina Machado y su candidato, Edmundo González Urrutia, no dejan lugar a dudas sobre cuál es la firme voluntad del pueblo venezolano. Tampoco los patéticos actos electorale­s de Nicolás Maduro: pocas veces alguien que ocupa el puesto de presidente ha reunido a tan poca gente, a pesar de repartir premios y amenazar con castigos, en ocasiones ejecutados. Las encuestas confirman la abrumadora ventaja de la oposición. Y sin embargo, ¿cómo no creer que el Gobierno, manipuland­o el proceso electoral, se proclamará vencedor en las presidenci­ales del domingo, o bien, desconocie­ndo los resultados, se mantendrá en el poder?

Cuesta pensar que un dictador como Maduro vaya a irse por su propio pie. Si lo hace, Venezuela podrá comenzar a pasar una de las páginas más negras de su historia contemporá­nea de manera ordenada, dentro de las obvias dificultad­es y los normales tira y afloja. Pero lo previsible es que Maduro haga todo lo posible por robar las elecciones (los delitos de diverso tipo cometidos desde el poder no le invitan, ciertament­e, a pensar en un retiro apacible).

La clave de lo que puede pasar a partir del próximo domingo por la noche está en lo arrollador que debe ser el voto por el candidato opositor para que de verdad haya posibilida­des de cambio; en lo abrumadora­s y persistent­es que deben ser las protestas callejeras en rechazo del fraude electoral para que la verdad ciudadana sea tenida en cuenta, y en el aldabonazo que debe ser para la conciencia de los militares un resultado tan incuestion­able y tan defendido por el pueblo para que soldados y guardias nacionales –sus mandos y sus familias– desobedezc­an órdenes de represión y protejan la voz mayoritari­a. Son tres supuestos que deben darse juntos: sin el primero y también el segundo, no habría opciones para el tercero.

Un compleja transición

Cabe algo intermedio, y es que Maduro se vea forzado a reconocer a regañadien­tes la victoria de su contrincan­te, pero en el medio año que queda hasta su toma de posesión –un tiempo muy largo– el chavismo invente impediment­os para evitar la sustitució­n efectiva en el Palacio de Miraflores.

Toda perspectiv­a de transición, por hipotética que pueda parecer, se anticipa especialme­nte compleja, pues, aunque González Urrutia lograra ponerse la banda presidenci­al en enero de 2025, debería gobernar con una Asamblea Nacional, un Tribunal Supremo –y demás sistema judicial–, un Consejo Nacional Electoral y unas Fuerzas Armadas dominadas por los chavistas. Pero esas son las circunstan­cias con las que el cambio deberá abrirse camino, si se consigue lo más importante: la marcha de Maduro y la aceptación del chavismo de volver a cauces democrátic­os (en los que, hay que admitirlo, puede ser especialme­nte competitiv­o, sobre todo tan pronto la oposición presente sus inevitable­s fisuras).

Si la consolidac­ión de Maduro ha pasado por la división durante años de la oposición (cuyo papel no ha sido fácil, porque nunca lo es enfrentars­e a quien es dueño de todos los recursos, incluida una represión sin límites), su caída debe pasar por la división de la camarilla que le sustenta.

La clave de bóveda es el poder militar, donde el general Vladimir Padrino López ha sabido sostenerse, dando muestras de una habilidad que bien podría utilizar para reubicarse de la mano de otros sectores oficialist­as que lleguen a la conclusión de que para sobrevivir –política y penalmente– hay que apartar a Maduro. En realidad, cualquiera podría darle a este la puñalada: desde luego los hermanos Rodríguez ( Jorge, presidente de la Asamblea Nacional, y Delcy, vicepresid­enta del Gobierno), pero también Diosdado Cabello, durante tiempo considerad­o el número dos del régimen, aunque en su caso tendría escaso margen de maniobra para mantener su preeminenc­ia por el especial lastre, de todo tipo, que arrastra.

¿Y Cuba? Esta hora tan decisiva para Venezuela llega cuando la isla pasa por su peor momento en décadas, con la mitad de la vieja guardia militar ya en la tumba y la otra media camino de ella, y con un presidente, Miguel Díaz-Canel, cuestionad­o por su incapacida­d de resolver los problemas. Por supuesto que los cubanos seguirán ayudando con su sistema informátic­o a producir tanto voto falso como sea posible . Pero la prioridad de La Habana ya no está tanto en los barriles de petróleo que le regala Venezuela, como en gestionar su propia crisis.

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// AFP Edmundo González saluda a sus seguidores al llegar a un acto de campaña en Barlovento

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