El Sol, testigo de la unión entre Galicia y Japón
A la localidad gallega de Finisterre y la nipona de Nachikatsuura las une un curioso vínculo: alba y ocaso coinciden cuatro veces al año. Un acto celebró su hermanamiento presentándolo en vivo
La naturaleza quiere que el final de un día y el comienzo del siguiente unan, cada año, las vidas de los vecinos de Finisterre (La Coruña) y Nachikatsuura ( Japón). En ciertas ocasiones, el ocaso finisterrano coincide exactamente con la salida del sol en la villa nipona; y a la inversa sucede en otras dos jornadas. El pasado 23 de julio, la oficialidad de ese vínculo quedó ratificada: a las diez de la noche, las cinco de la posterior mañana en Japón, tuvo lugar una ceremonia conmemorativa simultánea en ambos lugares del mundo en la que pudo contemplarse la coincidencia, a 10.000 kilómetros de distancia, del anochecer y el amanecer, a través de una gran pantalla. Fue, además, la inauguración del hermanamiento entre ambas localidades.
El origen de la iniciativa está en un estudio que el físico y catedrático de la USC Jorge Mira realizó tras publicar un artículo de investigación exponiendo que, dos días al año, el atardecer más tardío en toda Europa se produce en la Costa da Morte. El hallazgo se integró en un proyecto europeo de aprovechamiento turístico de la región que puso a Mira en marcha y a la búsqueda de otras sinergias similares. Así dio con la que motivó la ceremonia del 23 de julio, cuando el sol se puso en Finisterre y se alzó en Nachikatsuura. Lo mismo sucede, cada año, el 17 de mayo; y, a la inversa, en ciertos días de enero y noviembre, abunda Mira en conversación con ABC.
Relata que el proyecto pegó un acelerón cuando llegó a oídos de la prefectura de Wakayama, a la que pertenece la villa nipona. No pasó allí desapercibida la carga de simbolismo que impregna la iniciativa: hablar de Japón es hablar de la nación del Sol naciente, un concepto que, de hecho, también se representa en la bandera del país. La salida del sol forma parte del «ADN nacional» japonés, resume Mira. Y, a la inversa, la Costa da Morte es el lugar donde ‘muere’ el Sol en la cultura popular, ya desde tiempos medievales.
Los paralelismos que presentaba la línea de trabajo del físico gallego interesaron a los representantes de Japón desde el principio, que acabaron poniéndole a Mira el sobrenombre de ‘Cupido’, por su labor enlazando –y ensalzando–el patrimonio de ambos territorios. Porque, además, el recién consolidado hermanamiento se suma a otro de la misma naturaleza que vincula dos grandes rutas peregrinas de uno y otro país, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO: el Camino Jacobeo y el Camino de Kumano, o Kumano Kodo, cuyos destinos, en Santiago y Nachikatsuura, también se encuentran en extremos opuestos de Eurasia, curiosamente.
El experto considera prometedora la rubricación de este nuevo vínculo en lo que a impacto turístico se refiere. Explica que en Finisterre ya hace tiempo que se organizan actividades de ocio astronómico; principalmente, sesiones para contemplar el ocaso desde la costa. El éxito de iniciativas como esta, que beben de las escuelas de la física y la astronomía, está teniendo un repunte de interés dentro del turismo, y espera que seguir acometiendo esfuerzos en esa línea repercuta positivamente tanto en Galicia como en Japón. Y no deja de expresar agradecimiento por el impulso recibido desde la nación nipona; e, igualmente, por parte de la Diputación de La Coruña, que sufragó el acto conmemorativo del día 23.
Levante y poniente
Por supuesto, en la villa japonesa se replicó la ceremonia a la inversa, como un ‘espejo’ de la que se celebró en Galicia, que ofreció un verdadero espectáculo a los asistentes. Tras una presentación a cargo de la persona más idónea para presidir la conmemoración, el propio Jorge Mira, las cámaras dispuestas hacia levante, en Nachikatsuura, y poniente, en Finisterre, captaron y expusieron el paulatino descenso, y ascenso, que realizó el astro rey en las dos partes del mundo.
En adelante, añade el investigador, sería un verdadero logro que la ceremonia en la que ambas localidades comulgaron acabara por convertirse en una tradición. Como mínimo, el vínculo que las une ha quedado rubricado. Y, quizás, a partir de ahora, en ocasiones señaladas, las miradas comiencen a dirigirse hacia el amanecer, o el ocaso, conscientes de que a miles de kilómetros de distancia hay otras contemplando ese mismo espectáculo, pero a la inversa.