ABC (Sevilla)

Satélite pone en órbita a un importante Ginés Marín

▸ Brinda a Morante una faena de dos orejas con el toro de mejor carbón de una deslucida corrida de Bañuelos

- ROSARIO PÉREZ SANTANDER

«Una alegría grande para el toreo que esté usted de vuelta!», brindó Ginés Marín a Morante, en lo alto del tendido 2 un día antes de su reaparició­n. Y allí se dio un baño de cariño de los aficionado­s, que entre toro y toro se hartaron a hacerse fotos con el maestro. Hasta el de las almendras regalaba cartuchos de felicidad.

De triunfo fue el toro de la la dedicatori­a –el mejor de una corrida de Bañuelos sin entrega ni bravura–, con un Satélite que puso en órbita a Ginés, paciente y queriendo siempre, muy centrado con este número 76 en la faena más redonda de su año. Despacio, cada vez más despacio, sus verónicas –qué bella media– a un animal con generoso cuello para descolgar, pese a no humillar del todo en los inicios. Menos pausa, y más arrebato, tuvo el decidido quite, por chicuelina­s engarzadas a una jaleada cordobina. Expuso Chacón con los palos y se desmonteró antes del brindis a Morante, con un aplauso unánime y la gente en pie, mientras correspond­ía con una tibia sonrisa. «¡Que vuelve!», se oía. Este martes será la deseada cita, que tuvo como antesala la obra de Ginés frente a un Satélite con su carbón y su chispa. Aunque tenía tendencia a despedirse con la cara a media altura, la faena explotó cuando cató el pitón zurdo. Se abría por ese lado, pero cuando logró encauzarlo al completo, la comunión entre Marín y el bañuelos alcanzó altísimas cotas. Cada vez más humillador y con mejor son Satélite –no fallaron sus hechuras–; cada vez más roto el torero. De un espadazo lo cazó y se ganó dos orejas.

Ambicionab­a ampliar el marcador en el último, que se estampó contra el burladero y quedó para el arrastre. Más casta puso el pacense que el novillete, el más chico de un sexteto de buena presencia, con algún toro un punto por encima de lo que se lidia habitualme­nte.

Doscientos kilos de diferencia hubo entre el remiendo y el

segundo. Tremendo el volumen de Marchosito, con 649 kilos de guasa a cuestas. Echaba la cara arriba y se venía cruzado y a saltos, principalm­ente por el derecho. No parecía rival para confiarse, con esas miradas continuas, tan incómodo; cada vez con más peligro... Por los dos lados ahora. Tan centrado y dispuesto anduvo Emilio de Justo que le robó pases de digno peso, como aquellos naturales. Labor de caro mérito, rematada con un espadazo de ley, de esos que contienen premio; sin embargo, no cuajó la pañolada y todo quedó en saludos. Suyo fue el peor lote, pues el quinto no paró de soltar cabezazos con feo estilo. Ni las poderosas dobladas pudieron reducir esa mala condición.

Le rebosaba la bondad al primero y rebosó temple el saludo de Castella, que mediría más el castigo en varas que su extensa faena, a menos. Como el rajado y flojito Palomo Rojo, pese a embestir en ese irse y quedarse luego. Tanto se alargó el de Béziers que le costó recorrer media vuelta al ruedo para darle matarile. Más complicaci­ones sacó el cuarto, que puso en aprietos a la cuadrilla. Tuvo en las manos del francés la virtud de la obediencia, aprovechad­a con firmeza y oficio. Metido entre los pitones acabó en una declaració­n de valor y, también, de cuándo no ponerse pesado. Dos avisos se anotó.

Por la puerta grande se marchó Ginés de su ‘casa’ santanderi­na, mientras en el autobús de regreso al hotel se hablaba de Morante. Regresa el genio; regresa la ilusión.

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// ARJONA Morante, montera en mano tras el brindis de Ginés

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