ABC (Sevilla)

Cosas raras

Lo de Begoña quizá es lo más raro que hemos vislumbrad­o estos últimos tiempos

- DE PLATA RAMÓN PALOMAR

EL mundo está trufado de ‘cosas raras’ y sólo necesitamo­s fijarnos un poco para percibirla­s. Esto, en principio, parece tarea fácil, pero no se crean, no lo es tanto teniendo en cuenta que hoy, el personal, rara vez despega la napia de su pantallita, con lo cual reduce el campo de visión aunque piensen lo contrario. Los socios de Sánchez ven, qué ojo de lince, cosas raras en el asunto de Begoña, su esposa, pero no por ello empitonará­n crueles al jefe ni mucho menos romperán tan fértil sociedad.

Lo de Begoña es rarísimo. Pero desde el inicio. Una persona que ni siquiera es licenciada dirige una cátedra. Mayor rareza no la encontramo­s ni en el ornitorrin­co, y mira que el bicho es raro, raro, raro. Pero tampoco vamos a ceñirnos en las fronteras del begoñismo, el calor castiga fuerte y conviene refrigerar la sesera del paseante. Cosas raras ve uno en ciertas paellas a las que añaden extravagan­cias como chorizo o guisantes. Cosas raras descubro cuando observo a esos señores playeros de perímetro glorioso lucir pelambrera espesa tipo velcro tachonando su espalda. Eso siempre se me ha antojado rarísimo. Cosas raras intento presenciar por las noches, tumbado en mi terraza, mientras contemplo la bóveda celestial. Por ejemplo una nave espacial que se acerca luminosa hasta mi atalaya y muestra a un alienígena cabezón saludando por el ventanuco con su manita de 3 dedos. Pero pese a las horas invertidas en tan delicada y noble actividad, jamás he divisado un desacato de ese calibre. Ya me gustaría. Cosas raras vislumbré de jovencito entre las tinieblas de algún ‘after’ a eso de las 9 de la mañana, pero bueno, semejantes visiones forman parte de la prehistori­a y tampoco vamos a bucear en aquellos abismos hoy olvidados. Cosas raras, en fin, detecta mi cuenta corriente cuando, por estas fechas, sufre la hecatombe de la Renta y del trimestre, una dupla vampírica que te desangra. Pero aún así, lo de Begoña quizá es lo más raro que hemos vislumbrad­o estos últimos tiempos. Raro, raro y muy raro. Y los socios, tan panchos.

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