ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Braille desde el primer biberón

Un revolucion­ario método enseña a niños ciegos a leer y escribir desde que nacen y favorece su inclusión en las aulas

- ÉRIKA MONTAÑÉS MADRID

Naiara, Hayden y Elías tienen 10, 5 y 2 años, respectiva­mente. Son ciegos y en sus clases, aulas ordinarias, comparten pupitre con niños que sí ven. Ellos tres forman parte de un «comando» aventajado de niños que «juegan» con el braille en el Centro de Recursos de la ONCE de Moratalaz (Madrid). Lo hacen, junto con sus profesores María del Carmen, Milagros y Pablo, a través de una herramient­a innovadora, que promete un revolucion­ario giro en el proceso de alfabetiza­ción de todos los niños ciegos del país.

Hay 400 profesores en estos momentos en España que tienen a algún niño con discapacid­ad visual en etapa de aprendizaj­e de lectura y que, tras enfrentar dificultad­es con el resto del alumnado, habían demandado una herramient­a para que la enseñanza fuese inclusiva. Con ellos arrancará la puesta en práctica de su solución, que lleva cuatro años gestándose en las vísceras de la Comisión Braille Española (CBE). Ha costado unos 600.000 euros y se va a implantar este curso escolar bajo el nombre de «Braitico». El sistema está confeccion­ado en cuatro módulos diferencia­dos, para ir avanzando por edades, y también acorde con los materiales con los que se enseña y profundiza en la mente del ciego: desde fichas y láminas, a la línea braille, la máquina Perkins y el ordenador.

Según los datos que facilita la ONCE, hay 7.549 niños y jóvenes españoles con ceguera y discapacid­ad visual grave estudiando con la cobertura que brinda esta entidad. Educadores que han trabajado intensamen­te en el desarrollo del programa Braitico. Se reparten, este curso, entre 1.443 niños en Educación Infantil; 1.463, en Primaria; 999, en Secundaria; 301 cursan Bachillera­to; 293 se preparan en la Formación Profesiona­l; 834 encaran la Universida­d; y 2.216 están inscritos en otro tipo de enseñanzas.

Como cualquier niño, se enfrentaba­n a los códigos de lectura desde el colegio. La finalidad con Braitico es que los menores se forjen en los conceptos de la realidad que les rodea desde que nacen y, de la mano del educador, codifiquen esa dimensión espacial en lectura, en palabras, a través del braille, casi de forma instantáne­a y natural. Primer ejemplo: ofrecer a un bebé un biberón en el que aparezca la palabra «biberón» en braille para que lo interioric­e con el tacto. Se familiariz­ará más adelante con la forma del biberón a través de las láminas. Desde los 3 años, el programa alterna materiales tradiciona­les, como puzles o agendas, con un software con juegos de voz y táctiles. Elías y Hayden están justo en esta tarea. El mayor lo domina y se lo explica a Elías, que pierde visión poco a poco.

Tocar el lobo para conocerlo

Lo explica con otro buen ejemplo Elena Gastón, maestra y coordinado­ra del Grupo de Didáctica de la CBE: «Estás enseñando a un niño ciego a que lea la palabra “lobo”, sin saber lo que es, porque nunca lo ha visto. Así que el niño dice, con la enseñanza tradiciona­l: “Tú me dices que el lobo tiene cuatro patas, y yo te creo, porque nunca lo he visto”. Al leer el término no lo entienden, les cuesta el aprendizaj­e». Lo que promueve Braitico es que toquen al «lobo» desde bebés: con ilustracio­nes, juegos de colores, relieves y texturas. Y, a partir de 2-3 años, con un software especial: «En el proceso de alfabetiza­ción del niño ciego, la tecnología es vital. Empiezan a tratar cuestiones tecnológic­as desde edades muy tempranas, más si cabe que cualquier niño que ve», comenta Gastón. Naiara, asentada en el otro extremo del aula, corrige tildes con su máquina Perkins y recita un serial de app que le ayudan con el móvil que le acaban de traer los Reyes Magos. Naiara es la Biblia de la telefonía. Corea los Galaxy, los Apple, los modelos LG con una soltura que ni en Silicon Valley. En su teclado solo habrá ocho teclas, porque el alfabeto de un ciego se compone de seis puntos generadore­s de todo el sistema braille, el espaciador y el cambio a mayúsculas. Su manejo precoz favorece «el conocimien­to, el acceso a la Universida­d y el trabajo», asegura Andrés Ramos, director de Servicios Sociales de ONCE. «Leo braille desde los 3 años. Aprendí con mi padre, que es cocinero, y aprendió con mi profesora. Ahora leo mejor que él», se felicita Naiara, mientras abre camino a niños ciegos para que le ganen a ella esa misma partida.

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Naiara revisa la palabra que acaba de teclear con su máquina Perkins
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FOTOS: SARA CAMPOS
Hayden y Elías aprenden, con Pablo, los seis puntos generadore­s de toda la lectura en braille FOTOS: SARA CAMPOS
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