ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El preludio del Watergate
Mucho antes que WikiLeaks, Snowden, Panamá, Paradise o incluso Watergate, la era de las filtraciones arrancó con la saga de los papeles del Pentágono. Daniel Ellsberg –etiquetado como «el hombre más peligroso en América» por Kissinger– divulgó una enciclopédica cantidad de documentos secretos sobre la gradual y nefasta implicación de EE.UU. en Vietnam
a partir de 1945.
Conocida como los papeles del Pentágono, esa historia interna del Departamento de Defensa era la prueba fehaciente sobre hasta qué punto la tragedia de Vietnam se cimentó en grandes mentiras. De las limitadas copias disponibles, una colección completa de los Papeles del Pentágono terminó en los archivos de un «think-tank» vinculado a la industria militar: RAND Corporation. En su sede de California trabajaba Daniel Ellsberg como analista. Un día en 1969, de manera casi inopinada, metió el primer volumen en su cartera, salió de la oficina sin que le revisaran y empezó a fotocopiar un total de 7.800 páginas. Ellsberg intentó primero divulgar estos documentos a través del Senado, pero no tuvo respaldo, y optó por recurrir al «New York Times».
El 13 de junio de 1971 apareció en portada del «Times» la primera de una serie de nueve entregas. En 48 horas, la Administración Nixon logró una orden federal para detener la publicación. El caso no tardó más de dos semanas en llegar al Supremo. La sentencia ratificó tanto el derecho del público a ser informado como el derecho de la prensa a divulgar ese conocimiento.
Ante los impedimentos planteados por la Administración Nixon contra el «New York Times», la reacción de Ellsberg fue facilitar copias adicionales al «Washington Post» y otros periódicos. Para desacreditarle, la Casa Blanca creó una unidad de fontaneros, con la metafórica misión de «taponar· a cualquier coste las filtraciones de secretos.
En última instancia, los papeles del Pentágono alimentaron la visión paranoica de Nixon, que se pensaba rodeado de enemigos dispuestos a hacer todo lo posible para frustrar su presidencia. Además de abrir una brecha cada vez mayor en la credibilidad política del Gobierno americano.