ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
«120 pulsaciones por minuto» Corazones que dejaron de latir
Ganadora en Cannes, el filme es un crudo retrato sobre el sida en los años 90 con aires de homenaje
Con ese aura de «imprescindible» que solo el cine social francés sabe arrogarse llega hoy a España «120 pulsaciones por minuto», el retrato de una época –los noventa– y de un colectivo –jóvenes homosexuales– donde la muerte actuaba bajo el yugo del sida ante el silencio y el desprecio de la sociedad.
Dice Nahuel Pérez Biscayart, el actor protagonista, que esta es una «película río»: «Empieza “muy ancha”, con muchos personajes, y da la sensación de que te pierdes ante tanta cara, tantas voces… Hasta que de golpe ves cómo la enfermedad lanza su maldición contra el siguiente, y el siguiente, el siguiente… Y así llegamos a mi personaje y ya la cámara se concentra en mí», asegura el argentino, estrella del cine de autor en Francia. El resumen de este «tecnicismo» es que el espectador sufre durante dos horas y media las penurias de estos chicos (y una pareja de chicas) y se mete en sus camas, les acompaña al hospital, testa medicamentos en fase de pruebas, asalta sedes farmacéuticas, boicotea actos del Gobierno y vuelve, una y otra vez, a interminables asambleas en las que deciden cómo hacer visible una parte de la sociedad que la propia sociedad decide ignorar.
Todo empieza con «Act up», activistas homosexuales que a finales de los 80 organizaban actos para que el mundo fuera consciente de la gravedad del sida –que encontró el rechazo incluso de otros movimientos LGTB– y en el que el director de «120 pulsaciones por minuto», Robin Campillo, militó. «El cine te hace atravesar experiencias que no se parecen en nada a nuestra vida, y esto es lo que te hace crecer más que cualquier discurso o lectura», defiende Nahuel Pérez Biscayart cuando se le interroga por la lejanía del tema para buena parte del público. «Además, encuadrar esta película solo como LGTB es reducirla. Es una historia de amor, de lucha… De vida», resume.
Y si acaso importara, el filme se alzó, en este mundo de sobreabundancia de galardones, con el gran premio del jurado en el pasado festival de Cannes. Además, ya es una de las películas del año entre los círculos de críticos de Estados Unidos (premio en Nueva York, en Los Ángeles...) y aún así, cuando el espectador salga de ver el filme, quizá se haga una pregunta: ¿no se podía recortar ni uno solo de los 150 minutos?