ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
El Papa llama criminales a los clientes de la prostitución
«Dejad la vergüenza a la puerta, ¡hablad con valentía!», fue ayer el consejo de bienvenida del Papa Francisco a más de trescientos jóvenes venidos de todo el mundo para dedicar la semana a la preparación del Sínodo de Obispos del próximo mes de octubre. Los participantes, entre los que figuran una chica y un chico españoles, tomaron la invitación al pie de la letra y pasaron a abordar temas «duros» desde la primera pregunta, formulada por Blessing, una muchacha nigeriana liberada de una red de prostitución, quien puso sobre el tapete la incongruencia de que «la mayoría de los clientes son católicos». Francisco dejó claro que este tipo de esclavitud contemporánea, visible en las calles y las carreteras en torno a Roma, «es un problema grave, grave, y me gustaría que los jóvenes luchaseis contra esto. Y si algún joven tiene este hábito, ¡que lo corte! ¡Quien hace esto es un criminal!». Adelantándose a posibles excusas añadió: «Pero, padre, ¿es que no se puede hacer el amor? ¡Esto no es hacer el amor! ¡Esto es torturar a una mujer! No confundamos los términos. ¡Esto es un crimen!». Y pidió perdón «a vosotros y a la sociedad» por los católicos que comenten esos abusos contra personas débiles y amenazadas.
Evitar la sobreprotección
Con la misma claridad respondió a la pregunta de Teresina Chaoying, una joven religiosa china, sobre los excesos en obligar a las religiosas jóvenes a «adoptar una compostura típica de hermanas de edad madura, sin poder expresar características femeninas propias de la juventud» o bien protegerlas tanto que «llegan a una mediana edad con madurez psicológica de veinteañeras». El Papa repitió que es necesario ayudar a las vocaciones jóvenes pero que no se les debe proteger demasiado, del mismo modo que las madres no deben proteger demasiado a los hijos, pues si no, no crecen. Y fue rotundo: «Prefiero que una religiosa o un sacerdote pierdan la vocación a que se conviertan en enfermos. Porque hacen daño». En concreto, «en algunos casos de abusos sexuales ha habido en esa persona falta de maduración de la afectividad. ¡No sobreprotejáis!».