ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Traficantes de negros
Sobre el cuerpo muerto de Mmame Mbaye, el senegalés de Lavapiés al que se le rompió el corazón, Podemos ha fabricado un relato obsceno, una historia indecente cuyo guión es propio de un grupo de canallas desprovisto del más mínimo escrúpulo. El grado de manipulación de la realidad exhibido por algunos de los responsables del equipo municipal de Manuela Carmena provoca grima y miedo, pero sirve para hacerse una idea aproximada de la pasta moral de la que están hechos algunos personajes que deberían ser expulsados de la vida pública.
A medida que se van conociendo detalles de lo ocurrido, más claro está que asistimos a un rastrero episodio de instrumentalización partidista cuyas causas –con independencia de sus consecuencias– responden a esa idea bastarda de la política que ha llevado a algunos dirigentes de la izquierda radical a traficar electoralmente con la muerte de un inmigrante, a sabiendas de que Mmame Mbaye no había sido víctima de ninguna represión policial, sino de su corazón maltrecho. Su sectarismo es tan grande que alguna concejala del Ayuntamiento de Madrid habría deseado que el joven senegalés hubiera muerto corriendo delante de la Policía Municipal y no entre los brazos de los agentes que le socorrieron en el suelo.
Esa concejala conocía desde el primer momento la verdad, pero amontona tanto odio que optó por fabricar un miserable relato de los hechos para que Lavapiés se convirtiera en un polvorín, en la zona cero de un estallido racial que permitiera a Podemos y su entorno rentabilizar la mentira. ¿Si son capaces de eso, de qué más?
La Policía local ha denunciado que el Ayuntamiento de Madrid intervino el jueves pasado su cuenta de Twitter para que no informara de lo ocurrido en Lavapiés. Sería una prueba más de lo que algunos pretendían hacer con la muerte de ese pobre «mantero» al que el corazón se le partió camino de su casa, la constatación de que Manuela Carmena no puede seguir amparando a quienes han alcanzado la cumbre del sectarismo y representan una amenaza real para la convivencia.
Mmame Mbaye no huía de nadie, salvo del pasado y –probablemente– del presente, pero si no hubiera caído a plomo contra el suelo y tuviera la suerte de estar vivo, habría tenido ocasión de denunciar lo que algunos pretendieron hacer con su nombre. Si Mmame Mbaye viviera, diría: «Por encima de mi cadáver, ¡basta de traficantes de negros!».