ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Lo que queda de una familia

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Casi doce meses después de que le fuera retirada la custodia de sus mellizos, a los que dio a luz cuando tenía 64 años, Mauricia Ibáñez sigue sin reunir las condicione­s y habilidade­s necesarias para hacerse cargo de dos bebés que en los próximos días serán entregados a una familia de acogida. La misma suerte corrió su anterior hija, a la que tuvo con 58 años –también fruto de una inseminaci­ón artificial, también víctima de la obsesión de su madre– y que ha sido criada por una sobrina de Mauricia que reside en Canadá. Será una juez la que decida la suerte de los pequeños, aunque el daño ya está hecho. A la soledad de una mujer que quiso ser madre a cualquier edad y precio se suma la peripecia vital de una prole dispersa y que aún no ha tenido ocasión de conocer un hogar definitivo. Mauricia Ibáñez se muestra esperanzad­a con el fallo de la Justicia y se considera víctima de «una injusticia, una atrocidad». La mayor atrocidad, sin embargo, la cometieron quienes materializ­aron su pesadilla en un laboratori­o.

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EFE Mauricia Ibáñez, ayer a las puertas del juzgado de familia de Burgos

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