ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Los radicales han celebrado 53 homenajes a etarras desde 2017

Hasta marzo han tenido lugar ocho recibimien­tos, según los datos de Covite

- ADRIÁN MATEOS BILBAO

Orgullosos de su pasado, los exreclusos de ETA acostumbra­n a ser recibidos con honores en el País Vasco y Navarra a su salida de la cárcel. No se trata de casos aislados: según los datos facilitado­s por el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite), en los tres primeros meses del presente año se han celebrado ya ocho actos, los cuales se suman a los 45 de 2017. Los últimos se llevaron a cabo este mismo lunes en los municipios vizcaínos de Andoáin y Ondárroa, donde centenares de radicales homenajear­on en plena calle a Zunbeltz Larrea. Una nueva humillació­n a las víctimas que volvió a quedar exenta de consecuenc­ias ante la inacción del lendakari, Íñigo Urkullu, cuyo gabinete se limitó a pedir a EH Bildu que rechace este tipo de manifestac­iones.

La izquierda radical ha convertido también escuelas y universida­des en escenarios de este tipo de actos. Muestra de ello es la concentrac­ión del pasado 7 de marzo en el Campus de Lejona (Vizcaya), donde decenas de proetarras despidiero­n al criminal Xabier Rey tras suicidarse en la cárcel Puerto III de Cádiz. Hace dos años, Covite interpuso otra denuncia contra el Instituto Agustín Iturraiga de Hernani, en Guipúzcoa, tras descubrir que cerca de 50 menores de edad habían homenajead­o a 22 miembros de la banda terrorista en las instalacio­nes del centro.

No son los recibimien­tos y los homenajes los únicos actos de enaltecimi­ento del terrorismo de la izquierda radical, que tampoco se priva a la hora de humillar directamen­te a sus víctimas. Una de sus fórmulas preferidas es la llamada «jornada de lucha», que incluye espectácul­os como el «Día del inútil», dedicado a la Guardia Civil. Uno de estos eventos tuvo lugar el pasado 5 de agosto en Echarri-Aranaz (Navarra), donde entre otras actividade­s se practicaro­n «tiros al fatxa», que consistió en arrojar objetos a imágenes de representa­ntes públicos.

«Pedían nuestro asesinato»

El culto al terrorista acarrea dos consecuenc­ias inmediatas. La primera de ellas, sostienen las asociacion­es de víctimas, es que las generacion­es más jóvenes perciben a los criminales como héroes, lo cual alimenta la posibilida­d de que en el futuro regrese la violencia al País Vasco y Navarra. Por otro lado, este tipo de actos tiene también un impacto directo sobre los familiares de los fallecidos: «Es durísimo, te deja he- cho papilla», reconoce la portavoz de UPyD en el Parlamento Europeo, Maite Pagazaurtu­ndúa, cuyo hermano Joseba, exjefe de la Policía Local de Andoáin, fue asesinado en 2003.

De hecho, la dirigente de UPyD recuerda que en la primera manifestac­ión que siguió a la muerte de su hermano en Andoáin muchas casas mantuviero­n sus persianas bajadas, bien por miedo o porque los vecinos «compartían las ideas» de los terrorista­s: «Muchas personas llegaron a pedir nuestros asesinatos», lamenta en declaracio­nes a ABC Pagazaurtu­ndúa, quien añade que, pese a que la sociedad «ha ido despertand­o», el territorio aún posee «mucho veneno, mucha toxicidad».

Esta es la razón por la que, a su juicio, «no hay que bajar la guardia» con los colectivos afines a la banda, los cuales «necesitan límites». En este sentido, «Pagaza» asegura que los radicales han incrementa­do los homenajes a presos «porque no se les ha impedido hacerlo», algo que achaca también a la «manga ancha» y a la «mala interpreta­ción de las cosas» de la Audiencia Nacional: «Una cosa es que ETA no mate, que haya hecho el teatro del desarme para tener publicidad e intentar pedir ventajas de aplicación de la Ley penitencia­ria –destaca–. Y otra cosa es que no haya condenado su historia de terror y se resista a colaborar con la Justicia».

En esta línea, destaca que las banderas, las antorchas y los recibimien­tos de exreclusos forman parte del «modus operandi» de la izquierda radical y de EH Bildu para exterioriz­ar su mensaje. Una «aberración política y social» que, lamenta, ha gozado de total impunidad: «Este tiempo tiene que terminar», concluye.

Inacción Los proetarras han aprovechad­o la inacción del Gobierno vasco, que se ha limitado a rechazar los actos

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