ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
Un pozo de sufrimiento
∑Los sudafricanos son los primeros en cronometrar duchas, pero no los últimos. En 2025 la mitad de la población mundial vivirá en zonas de estrés hídrico
Desde la misma noche del martes, cuando se conoció la tragedia de Getafe, los investigadores no dudaron en relacionar la muerte de los dos menores hallados entre las llamas de su casa con el suicidio de su padre, que a continuación se mató al paso del tren. La investigación confirmó ayer el doble asesinato de los pequeños –ahogados en la bañera antes de que el fuego envolviera sus cuerpos–, un crimen que el padre confesó a través de una nota antes de quitarse la vida. Para que no sufrieran, dejó escrito.
La madre, que tras superar su conmoción pudo ayer declarar ante la Policía, negó que el matrimonio estuviese en proceso de divorcio y no encontró razón alguna –«salvo que se le fuera la cabeza», dijo– para que su marido matara a los niños y a continuación acabase con su propia vida. Alejandro, el hijo mayor, de trece años, sufría parálisis cerebral, enfermedad que llevó a sus padres a volcarse en su cuidado y a sacrificarse por su bienestar. No aclaró José Alberto, el hombre que les dio y les quitó la vida, qué tipo de sufrimiento les quiso evitar.
Abrir el grifo y que salga agua es un lujo que no está al alcance de todos. Lo saben los habitantes de Ciudad del Cabo, que viven bajo la amenaza del llamado «Día Cero». Cuando llegue –y se prevé que lo haga el año que viene–, se convertirá en la primera gran urbe en quedarse sin este recurso natural y en la que, por tanto, se cierre el suministro.
Ya hay casi 850 millones de perso- nas en todo el mundo carecen de acceso al agua potable, según recuerda hoy la ONU en el Día Mundial del Agua. Ahora, la segunda metrópolis más grande de Sudáfrica está sufriendo los efectos de su peor sequía en un siglo, desencadenada, en parte, por el fenómeno El Niño y la escasez de lluvias de los últimos tres años. Para paliar esta carencia, el Gobierno local ha impuesto las restricciones más estrictas jamás implementadas en esta región.
«Somos expertos en el uso minimalista de agua», dice Paz Luca de Tena al diario ABC. Esta española, que lleva veintiséis años viviendo en Sudáfrica, cuenta que las restricciones son una realidad para todos los habitantes de esta región. El consumo de agua se limita a 50 litros por persona y día y, por ello, han tenido que tomar medidas contundentes. «Nos duchamos tres veces por semana y nos lavamos las manos en un barreño en lugar de hacerlo con el agua corriendo», comenta. Su compromiso, como el de tantos, es total y están constantemente inventando maneras de ahorrar: «Hemos establecido un sistema de reciclaje de agua por prioridades, por ejemplo, lavamos fruta en un bol, ese agua se usa para lavar los cacharros de cocina y de ahí al jardín o, si tiene demasiada grasa, al retrete. También hemos puesto una tubería que va de la manguera de desagüe de la lavadora hasta el baño y la utilizamos a modo de cisterna»,
Dos garrafas por persona
Cada gota cuenta cuando la ciudad se enfrenta a unas restricciones de nivel 6B; consistentes en ajustar el consumo doméstico, reducir las asignaciones de agua a los agricultores, disminuir de manera notable la presión de la red de tuberías, prohibir el uso agua potable para regar y penalizar el consumo excesivo que han llevado a los gimnasios, por ejemplo, a instalar cronómetros en las duchas. Cuando pasan sesenta segundos con el agua corriendo, empiezan a pitar.