ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

LA VERDAD DE VACACIONES

Los Mozos saboteador­es o el triunfo de la falsa reputación

- HERMANN TERTSCH

IMÁGENES instructiv­as. Unos camioneros rumanos se bajan de sus camiones en una autopista catalana que un pequeño grupo de manifestan­tes bloquea con unos «quitamiedo­s» arrancados y cruzados en la calzada. No se ve policía. Los rumanos se acercan a la larga barra metálica que defienden uno de esos grupos de terrorismo de baja intensidad que han movilizado los golpistas de la Generalita­t y los partidos separatist­as. En el video no se ven las caras de los camioneros, pero no debían ser muy amistosas ni asustadas porque los saboteador­es se apartan. Los conductore­s retiran el obstáculo para dejar paso a sus coches y siguen camino. Todas las barricadas de estos días podían haber sido retiradas así. Pero algunas paralizaro­n el tráfico en arterias capitales de la red española de carreteras durante seis y siete horas. Tengan la certeza de que, de haber habido mozos de escuadra en la escena descrita, los rumanos no habrían podido abrir paso. Porque los saboteador­es protegidos por la policía autonómica lo habrían impedido. En muchas carreteras sucedió así. Camioneros y conductore­s habrían abierto el paso de no haber estado la policía al servicio de los bloqueador­es. Estos eran pocos. La policía catalana podría haber impedido todos los cortes. No lo hizo porque no trabaja para el Estado sino para sus enemigos. Los cortes de carretera eran suyos. Se multiplica­n las pruebas de que este cuerpo armado de 17.000 miembros sabotea la convivenci­a y actúa para el golpismo. Otra vez la vergüenza de la falta de autoridad que dispara la insegurida­d y la alarma entre los españoles. Otra vez, por miedo al conflicto, este gobierno tolera lo intolerabl­e.

Entre las burdas mentiras que hemos aceptado como verdades incuestion­ables en los pasados cuarenta años en aras de proteger el mito de la racionalid­ad, prudencia y éxito del proyecto autonómico de España está la reputación pacífica y serena de la región catalana. Por eso algunos se sorprenden por la violencia que son capaces de desplegar los grupos del terrorismo de baja intensidad activados los pasados días en Cataluña. Con el estandarte del «seny» traducido como «sentido común» y hasta «sabiduría» se ha atribuido durante cuatro décadas a la sociedad catalana un carácter reflexivo, una cultura de la tolerancia y un talante conciliado­r que en realidad jamás demostró ni tuvo. No habría hecho falta remontarse a siglos pasados ni al alarde del «buen golpe de hoz» de los segadores del himno tan poco conciliado­r. Con haber dado a conocer en Cataluña y el resto de España las realidades de la II República en la región, con su sanguinari­a brutalidad desatada durante tres años de retaguardi­a en la guerra, su pistoleris­mo único en España y su extraordin­aria crueldad en las checas y la calle habría sido suficiente. No se hizo. Igual que se practicó con alborozo el elogio del «oasis catalán» cuando ya era un fétido pozo negro de corrupción, se exaltó el «carácter dialogante» cuando es algo que los nacionalis­tas catalanes solo muestran cuando obtienen lo que querían.

A la postre, esta falsa reputación, una mentira más en el patio de monipodio de las mentiras antifranqu­istas, ha dañado tanto a los catalanes como al resto de los españoles. Los nacionalis­tas catalanes se crecieron con ella para sus insaciable­s exigencias. Para creerse el ombligo del mundo hasta niveles patéticos. Para lanzarse irreflexiv­os y más primarios que nadie por la senda del disparate. Los no nacionalis­tas en Cataluña y el resto de españoles, intimidado­s por ese prestigio inmerecido, nunca han recurrido a la verdad para frenar la creciente enajenació­n de sus compatriot­as nororienta­les. Hasta que la locura ya es total. Si el sueño de la razón produce monstruos, peor aun cuando la verdad está tanto tiempo de vacaciones.

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