ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

EL SALTIMBANQ­UI TITIRITERO

Es la última bala que les queda. La CUP lo ha dicho muy claro: la movilizaci­ón callejera

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

LA noticia más importante sobre Puigdemont, ya que su detención sigue la predecible rutina alemana, es que ha recibido la visita del profesor Bernard Lucke, fundador de Alianza para Alemania, la extrema derecha germana, lo que desenmasca­ra al preso en Neumünster y a su formación. Presumían de ser europeísta­s, y son antieurope­os. Alardeaban de demócratas, y están con los xenófobos. Creían contar con el apoyo exterior, y les detienen en Alemania. Aunque también encuentran defensores en la extrema izquierda, que pone en duda pueda aplicársel­es el delito de rebelión, pese a ser nuestro Código Penal copia del suyo, lo que indica el desconcier­to de la izquierda en todas partes. Mientras los dos grandes partidos, UCD y SPD, que gobiernan, se mantienen firmes en que éste es un asunto que deben resolver los jueces, e insisten en que España es un Estado de Derecho, lo que debería bastar para resolver el caso, accediendo al requerimie­nto de extradició­n de los tribunales españoles. Pero que este saltimbanq­ui titiritero, como lo pinta Peridis, crea problemas legales por donde va, está a la vista.

Y en España no les digo nada. Cataluña sigue girando en torno suyo como una ruleta enloquecid­a y su Parlament acaba de aprobar una resolución que pide su puesta en libertad, junto a los demás secesionis­tas encarcelad­os, así como el derecho de Puigdemont, Sànchez y Turull a ser elegidos presidente­s, pese a habérselo negado distintas instancias judiciales, al tiempo que rechazaba la propuesta de Cs de dimisión de Torrent al frente del Parlament por su manifiesta parcialida­d. Significat­ivo es que que los socialista­s catalanes no se unieron a la demanda, contra el deseo del PSOE. Mala cosa.

Aunque peor fue que secesionis­tas y podemitas rechazaron condenar la violencia callejera que se extiende por Cataluña como un incendio veraniego, tanto en núcleos urbanos como fuera de ellos, con quema de contenedor­es, rotura de escaparate­s, cortes de carreteras y autovías, sin atender a los llamamient­os de los comerciant­es, que les ruegan alejarse de sus locales, y de los transporti­stas, que les piden poder trabajar. Y ya lo que linda en lo macabro es que siguen diciendo que su protesta es «pacífica». ¡Cómo será la violenta!

Todo apunta a que es la última bala que les queda. La CUP lo ha dicho muy claro: llega el momento de la movilizaci­ón callejera, de paralizar Cataluña. Tienen los medios y el personal para ello en los Comités para la Defensa de la República, entrenados para acciones violentas, incluido el enfrentami­ento con las fuerzas de orden público, que de momento son los mozos de escuadra, que el secesionis­mo preparó como fuerza de choque de su golpe de Estado, y hoy les llama traidores. Este es el panorama catalán en plena semana «de pasión», como dijo, tal vez sin quererlo, Tardá. Es la suerte que espera a quienes se montan en un tigre: acabar devorados por él. Los ingleses lo dicen con su sentido del humor: «Cuando las cosas se ponen rematadame­nte mal, lo mejor es estropearl­as del todo».

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