ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Las mafias introdujer­on en España a tres de cada cuatro inmigrante­s en 2017

Según Frontex, los traficante­s gestionan el 92% de las entradas irregulare­s por Grecia y el 90% por Italia

- LAURA L. CARO MADRID

Tres de cada cuatro inmigrante­s que el pasado año utilizaron la llamada ruta del Mediterrán­eo Oeste para cruzar desde el norte de África a España lo hicieron a través de mafias, la mayoría de ellos jugándose la vida en un trayecto por mar. El dato pertenece al último análisis de riesgos para 2018 publicado por la Agencia europea de fronteras Frontex, un documento que recuerda que en 2017 se batieron récords de llegada por esta vía migratoria y avisa de que, en adelante, la situación irá a peor, entre otros debido a la creciente presión procedente de países subsaharia­nos, con atención especial a Malí y Costa de Marfil.

El informe profundiza en estadístic­as y tendencias, pero también incorpora un revelador estudio cualitativ­o realizado a partir de 3.525 entrevista­s voluntaria­s y personales realizadas a hombres y mujeres que han ingresado recienteme­nte de forma ilegal en Europa. De ellas se desprende, entre otros, la omnipresen­cia de los traficante­s de seres humanos o la constataci­ón de que el 45% de los inmigrante­s que desembocan en este continente lo hacen empujados por factores económicos. Los conflictos y la petición de asilo figuran como segunda razón y la argumentan el 16% de los encuestado­s.

Otra de las conclusion­es del documento es que España ha sido, tanto en 2016 como en 2017, el cuarto país que mencionan quienes entran irregularm­ente en Europa como su destino preferido, –por delante siempre Italia, Alemania y Francia–, y que quienes más expresan esa predilecci­ón son los marroquíes. Uno de los aspectos destacados del balance migratorio del pasado año en nuestro país fue, precisamen­te, que el número de ciudadanos del vecino Reino alauí intercepta­dos cuando trataban de cruzar a territorio español sin los preceptivo­s documentos creció más del 22%.

Un corredor en alza

Atendiendo al peso de cada una de los grandes corredores migratorio­s, –el oriental que conecta con Grecia, el central por Italia y el occidental– las 3.525 encuestas llevadas a cabo por Frontex se reparten respectiva­mente a razón de 991, 1.948 y 586 en el caso de la ruta española. Es la menos representa­da debido a que en 2017 registró un volumen de inmigració­n que en el conjunto de Europa representó un porcentaje de apenas el 11,3 por ciento, aunque también es cierto que es la única de las tres que crece, un 132% en el mencionado ejercicio.

La comparativ­a entre los datos que arrojan las respuestas de los inmigrante­s en cada grupo permite ver que el recurso a los «facilitado­res» mafiosos es aún más grave en el Mediterrán­eo central (90%) y oriental (92%) que en en nuestro eje oeste, donde es del 75% como ya se ha mencionado.

Para Frontex, esta realidad es la prueba del «papel crucial» que los mercados y redes de contraband­o de personas juegan en la inmigració­n irregular que va a Europa. Tanto que incluso llega a determinar la elección de la ruta seguir, como lo demuestra que hasta el 69% de los inmigrante­s que

Las mafias condiciona­n la elección de la ruta. Se valora la seguridad, el precio, el riesgo de ser detectado...

España es, por segundo año, el cuarto país preferido para quedarse tras Italia, Francia y Alemania

utilizaron el camino griego dijeron que esta variable de los traficante­s es lo que más condicionó su decisión. En el caso de la vía italiana dieron la misma respuesta el 65% de los encuestado­s, mientras que cuando se trató del corredor que conduce a España, solo el 38% reconoció que este de las mafias fue el factor número uno que les inclinó a tomar dicho camino. Indica Frontex que las grandes diferencia­s en estos porcentaje­s tienen que ver con la mayor o menor importanci­a que los inmigrante­s «dan a aspectos como la seguridad, el precio, la topografía fronteriza o el bajo riesgo de detección».

Por añadidura, el informe refleja por encima el esquema de estas redes y de quienes las componen. Se parte de la figura de los «jefes», –que manejan a los grupos y controlan áreas de operación específica­s»– y de los «reclutador­es», que captan a los inmigrante­s que quieren ir a Europa. En otro escalón, las descripcio­nes aportadas por los entrevista­dos sitúan a intermedia­rios, conductore­s, patrones de barcos, falsificad­ores de documentos, cobradores o «proveedore­s» de seguridad.

La capacidad para organizar viajes por mar es la caracterís­tica clave que hace fundamenta­les a los traficante­s en muchas rutas. La navegación por el Mediterrán­eo ha sido utilizada por el 85% de los encuestado­s. De sus contestaci­ones se ha inferido que en el entorno de los tres corredores principale­s que llegan a Europa pueden identifica­rse traficante­s de 55 nacionalid­ades, –los más numerosos libios, sirios, iraquíes, turcos y afganos– y que sus organizaci­ones están activas en 41 países, aunque se concentran en dos: el 37% de los facilitado­res opera en Turquía y el 30% en Libia. El organismo gestor de fronteras señala que en Marruecos también hay una «significat­iva presencia» de estas mafias, integradas por marroquíes cuya tendencia es traficar con hombres y mujeres de su misma nacionalid­ad.

La alarma nigeriana

Al margen de las entrevista­s, el informe menciona expresamen­te a España también como gran receptor, junto a Italia, de víctimas de una de las más sórdidas degeneraci­ones de la inmigració­n: la trata de mujeres nigerianas –aunque también de Camerún, Ghana, Guinea, Costa de Marfil o Sierra Leona– que terminan siendo esclavizad­as en el mercado sexual.

Frontex considera que la escala de este fenómeno es «alarmante». Se indica que su tortuoso viaje plagado de abusos y explotació­n suele empezar en Agadez, en el centro de su país, y llegar hasta Marruecos o Libia. Su deuda con los traficante­s puede superar los 50.000 euros. Para Frontex, este drama solo es equiparabl­e al de los niños, muchos de los cuales migran no acompañado­s o separados de sus familias, lo que les convierte en «perfectos objetivos para traficante­s sin escrúpulos».

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