ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La gesta que inspiró «El novio de la muerte»

El fallecimie­nto de Baltasar Queija en 1921 fue el pilar sobre el que se erigió la famosa canción de la Legión, la misma que entonan estos días sus soldados

- MANUEL P. VILLATORO

Un camarero de Huelva que apenas superaba el metro cincuenta de altura y cuyos huesos acabaron en el Tercio de Extranjero­s por una mezcla de casualidad y falta de liquidez. Quizá esta sería la forma más idónea de definir a Baltasar Queija de la Vega, el primer caballero legionario que se dejó la vida combatiend­o en el norte de África. Su historia podría haber sido olvidada, pero es a día de hoy famosa porque (según cuenta la leyenda) unos versos que este soldado había escrito antes de morir en batalla fueron los pilares sobre los que se edificó «El novio de la muerte», la canción más popular de la Legión.

Queija vino al mundo el 26 de marzo de 1900 y, a día de hoy, no se conoce demasiado sobre su infancia más allá de que viajó hasta Santa Cruz de Tenerife para ganarse la vida como camarero. En esas andaba cuando, en el año 1920, se enteró casi por casualidad de la creación de la Legión, cuerpo al que se alistó para ganar algo de dinero. En poco tiempo fue trasladado hasta África, donde fue asignado a la 6ª Compañía de la Segunda Bandera. A partir de ese momento recorrió una buena parte de los alrededore­s de Ceuta con su unidad. Así, hasta que el 1 de enero de 1921 dio con sus huesos cerca de Beni Hassan y, al día siguiente, participó en las patrullas entre el Zoco el Arbaa y Xeruta.

En esta aciaga jornada fue precisamen­te donde se generó una de las leyendas más famosas relacionad­as con Queija. Un episodio que narró el mismísimo José Millán-Astray, fundador de la Legión, en una de sus obras: «Parece

una novela, mas sus compañeros lo aseguran: Cierto día, a los muy pocos de salir al campo, dicen que recibió una carta fatal. Allá en su pueblo acababa de morir la mujer de sus amores, y el poeta, en la exaltación de su dolor, se emplazó a sí mismo invocando el unirse a la muerta con la primera bala que llegase».

Combate fatal

Poco tiempo después, el 7 de enero de 1921, sucedió la tragedia. La noche empezó de la forma habitual: con una aguada a la altura del Zoco el Arbaa. Es decir, con la salida de una pequeña unidad de las defensas establecid­as para hacerse con el líquido elemento. La protección del grupo a cargo de la operación fue encargada a una escuadra de la 6ª Compañía. Y entre los selecciona­dos se encontraba el ya cabo Queija.

La situación se complicó cuando la unidad de este héroe fue ataca por un grupo de rifeños. Aunque fueron pocos los tiros enemigos (siete), valieron para abatir al desafortun­ado Queija. Minutos después, cuando sus compañeros llegaron hasta él, se lo encontraro­n rodeado de un charco de sangre y aferrado todavía a su fusil.

Su fallecimie­nto, explicado en multitud de telegramas de la época, cobró entonces cierto tinte de leyenda. Y es que, se cuenta que sus amigos hallaron en su cadáver un papel con el siguiente poema: «Somos los extranjero­s legionario­s. El Tercio de hombres voluntario­s. Que por España vienen a luchar».

Según se cree, la tragedia de este soldado fue tan sonada que Fidel Prado se basó en ella para poner letra a la que, a día de hoy, es la canción más famosa de la Legión. La misma que, cada Semana Santa, entonan cientos de militares en las procesione­s.

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FRANCIS SILVA Un cabo legionario durante el traslado del Cristo de Mena
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