ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

POLÍTICOS ANALÓGICOS

Afrontan los retos del siglo XXI con reflejos caducos del siglo

- LUIS VENTOSO

OBAMA se reunió en febrero de 2011 con los líderes de todos los gigantes tecnológic­os estadounid­enses. Cada empresario podía formularle una pregunta. Pero cuando llegó el turno de Steve Jobs fue el propio Obama quien quiso plantearle una cuestión: «¿Qué se puede hacer para que volváis a fabricar el iPad en Estados Unidos?». La respuesta de Jobs llegó en su línea, seca y clara: «Presidente, esos empleos ya nunca volverán». Cuando se produjo ese debate, Apple contaba con 20.000 trabajador­es en EE.UU. y 43.000 en el extranjero. En los años cincuenta, General Motors generaba 400.000 empleos en su país y en los ochenta, General Electric mantenía cientos de miles.

Obama, a pesar de su aroma de supuesta modernidad y del respaldo de los gurús liberales de Silicon Valley, era a la postre un hombre con mentalidad del siglo XX, un político analógico braceando en un océano digital que lo desbordaba. Ese hándicap lo comparten todos los presidente­s occidental­es. Nacieron en el mundo pre internet y no acaban de asumir que nuestras vidas se dirimen entre pantallas y algoritmos ininteligi­bles. Los síntomas del vuelco se agolpan. Anteayer se supo que los jóvenes británicos ya ven más Netflix, televisión de pago vía internet, que la BBC. Es decir, internet comienza a minar el larguísimo imperio de la televisión generalist­a, como antes centrifugó la salud económica de la prensa. Esta semana hemos sabido también que las cuentas de H&M tiritan, porque el consumo de ropa está mutando. La anterior se destapó el uso orwelliano que Facebook hace de nuestra intimidad, que sirve para viciar las elecciones.

Trump acaba de enganchars­e con Amazon. Acusa a la tienda virtual de Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, de acabar con miles de pequeños comerciant­es, de pagar «pocos impuestos o ninguno» y de utilizar al servicio postal como su «chico de los recados». Tiene razón. Se necesitan leyes que atajen el abuso monopolíst­ico de esas compañías y su picaresca fiscal. ¿Pero qué consiguió con sus críticas? Amazon bajó en bolsa tras el rejón, pero al cierre ya estaba un 1,1% por encima. Trump detesta a Bezos debido a que el dueño de Amazon compró en su día «The Washington Post», formó una redacción de estrellas –la gran prensa requiere periodista­s experiment­ados, muy formados y bien pagados– y se ha dedicado a vapulear al hoy presidente. Se apunta ahí otro problema: faltan editores clásicos, cuyo prioridad única sea la informació­n. Bezos nunca será un editor fiable, porque sus intereses en Amazon marcan inevitable­mente sus directrice­s.

Trump era un promotor inmobiliar­io y un personaje televisivo, que da palos de ciego proteccion­istas, desconcert­ado ante la gran disrupción digital. Rajoy es más analógico que un tenedor, su visión es la de un burgués de casino de mediados del siglo XX. La mentalidad de la izquierda española resulta más retro que un casete de El Fary. El mundo ha cambiado, pero los políticos no. Ahora el poder se llama Apple, Google, Amazon, Facebook y Microsoft, y el problema es que mandan sin necesidad de pasar por las urnas.

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