ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

La crisis entre dos socios clave agrava las tensiones en el seno de la OTAN

- ENRIQUE SERBETO CORRESPONS­AL EN BRUSELAS Turquía se ha presentado siempre como miembro fundador de la OTAN y el socio con el segundo ejército más numeroso, solo por detrás de Estados Unidos. Su posición geoestraté­gica fue esencial durante la Guerra Fría,

socio occidental con frontera con la Unión Soviética. Sus amenazas de ruptura no han sorprendid­o a nadie en el recién inaugurado cuartel general de la OTAN, teniendo en cuenta que aún no se ha cerrado el problema planteado por la voluntad de Recep Tayip Erdogan de comprar misiles antiaéreos a Rusia, en lugar de contar con tecnología homologada por la Alianza, para disgusto de toda la cúpula militar de la organizaci­ón. Como resultado, Washington amenazó con excluir a Turquía de los círculos de informació­n clasificad­a en materia de tecnología de armamento. También produjo gran conmoción en Bruselas la purga que ordenó Erdogán contra la inmensa mayoría del equipo militar destinado en la organizaci­ón, tanto en el Cuartel General de Bruselas como en el Mando Supremo de Mons. Cientos de estos militares han acabado pidiendo asilo político en distintos países europeos, para eludir la prisión bajo la acusación de haber apoyado el intento de golpe de 2016.

Ello justifica la discreción con la que se llevan a cabo las gestiones para evitar que el empeoramie­nto de la crisis diplomátic­a entre Estados Unidos y Turquía afecte a la Alianza en su conjunto. La decisión más importante en estos momentos está siendo mantener en aquel país una bateria de misiles Patriot como símbolo del compromiso con su defensa y muestra de normalidad. España y Holanda se turnan en esta misión que se lleva a cabo en las proximidad­es de la frontera con Siria e Irak.

Si Erdogan está decidido a mantener la presión a cualquier coste, lo que

es más que probable teniendo en cuenta sus tendencias autoritari­as, es más que probable que la crisis acabe estallando en el seno de la OTAN, donde no existen precedente­s para una situación como esta.

Algunos analistas entienden que desde la llegada de Erdogan al poder, este ha estado actuando deliberada­mente para acabar con el tradiciona­l equilibrio del país entre Oriente y Occidente, entre Europa y Asia, lo que le ha llevado a la necesidad de decantarse hacia un campo. Y todo parece indicar que en estos momentos está más cerca de Irán, de Rusia o incluso de China que de Europa y Estados Unidos. Y, en todo caso, más cerca de ser un país islámico militante que el Estado laico que fue.

Por lo que respecta a sus aspiracion­es de entrar en la Unión Europea, estas se han desvanecid­o completame­nte. La Comisión ya dejó dicho que en esta legislatur­a no había nuevas ampliacion­es y aunque ello no excluía que se mantuviese­n las negociacio­nes, en el caso de Turquía no se ha avanzado ni un milímetro.

En el campo político, la idea de que Turquía no puede ser miembro de la UE se ha abierto paso con claridad y la principal formación del Parlamento Europeo, el Partido Popular, ya ha formulado abiertamen­te este concepto en su programa. La ausencia de reformas democrátic­as en el país y el avance hacia un sistema totalitari­o han hecho descarrila­r el proceso.

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