ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Confidente­s, trabajador­es sociales y educadores, la clave

- P. MUÑOZ MADRID

Los funcionari­os de prisiones son, sin duda, un elemento clave en la detección de procesos de radicaliza­ción dentro de las cárceles. Y entre ellos, especialme­nte, los trabajador­es sociales y los educadores, que son los profesiona­les que mantienen un contacto más estrecho con ellos.

«Les hacemos un seguimient­o muy estrecho, especialme­nte si muestran algún tipo de simpatía cada vez que se produce un atentado de Daesh», explican las fuentes consultada­s por ABC. Pero además, resulta decisiva la capacidad de los funcionari­os de conseguir «confidente­s», que no tienen que ser necesariam­ente del entorno del recluso afectado pero que sí conocen sus movimiento­s dentro de los módulos.

«La verdad es que muchas veces son poco discretos; cambian de rutinas, comienzan a ser asiduos de los rezos cuando antes estaban alejados de esa realidad e incluso lucen una indumentar­ia distinta, como chilabas», explican las fuentes.

Hay otros signos externos: si antes tenían en su celda fotografía­s de chicas desnudas y en un momento determinad­o las quitan; si se rasuran el pecho o tienen enfrentami­entos con funcionari­os, rápidament­e saltan las alarmas. «Por supuesto, los más sofisticad­os no son tan evidentes, y por supuesto son los más difíciles de detectar. Pero la experienci­a también ayuda».

En esto se cumple una ley a rajatabla: «Quien se radicaliza en prisión no tiene por qué pasar a la violencia cuando sale a la calle; lo que es seguro es que para que haga una barbaridad es imprescind­ible que haya pasado por un proceso de este tipo», insisten los medios consultado­s.

Todo el personal que tiene trato con los internos tiene conocimien­tos de este tema, está sensibiliz­ado y recibe informació­n. Pero aún hay pasos que dar: «Una cosa es eso y otra cosa es que todos esos trabajador­es tengan la formación necesaria, lo que es una asignatura pendiente en la que hay que avanzar».

Y ello porque antes los procesos de radicaliza­ción eran bastante evidentes, en reuniones de bastantes personas que no pasaban inadvertid­as. Ahora se hace en círculos mucho más pequeños, y por eso es más difícil su detección.

La base de la prevención, en cualquier caso, está en el funcionari­o del módulo, en que consiga que los presos tengan confianza en él y le cuenten lo que sucede, porque si no es así el interno que se sienta vulnerable se juntará con el que le dé protección.

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