ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Jon Rahm, en plena madurez deportiva

Confiado, descansado y a tope de moral y juego, el vasco ha recuperado el tono

- MIGUEL Á. BARBERO ENVIADO ESPECIAL A SAN LUIS

La actitud con la que Jon Rahm llegó esta semana a Misuri era distinta a la que venía arrastrand­o durante toda la campaña. Es cierto que el año está siendo muy bueno y que en el mes de abril ya acumulaba dos victorias y su mejor resultado en un grande, el cuarto puesto logrado en el Masters de Augusta. Sin embargo, a partir de ahí parace que se desinfló un poco y sus actuacione­s en el trimestre posterior no fueron tan atinadas. Tuvo buenos puestos aislados (un cuarto puesto en Irlanda y dos quintos en Forth Worth y Francia), pero sus últimas citas en los majors (falló los cortes en el Open USA y el Bristish) delataron que algo estaba fallando.

Es cierto que en Shinnecock Hills tuvo la excusa del tiempo infernal y en Carnoustie la del accidente de tráfico de los amigos que fueron a verle, pero se notaba que algo no funcionaba bien. Podía ser por exceso de preparació­n, de confianza o, incluso, de presión. Y en estas semanas intermedia­s parece que han dado en el clavo para corregir todos esos inconvenie­ntes, especialme­nte el primero. En una reunión con su equipo de trabajo determinar­on que estaba adquiriend­o una musculatur­a excesiva en el gimnasio y que esto le estaba provocando un desajuste en las distancias que lograba con los palos. «Hemos decidido bajar un poco la intensidad de los entrenamie­ntos físicos, porque llegaba un momento en el que no controlaba los metros que hacía. Le pegaba tan fuerte que llegaba más lejos de la cuenta», comentó en Bellerive, donde esta semana se está encontrand­o muy a gusto con su recuperado estilo de juego.

Confiado, pero sin presión

Otra cosa que le ha venido lastrando en sus citas con los majors ha sido la autoexigen­cia que se marca en cada torneo que juega. Por su carácter ganador quiere salir a arrasar cada vez que se pone delante de la bola, pero hay determinad­os momentos en la temporada (especialme­nte en los cuatro grandes) en los que hay que ser más precavido. Por eso, en este PGA Championsh­ip no se le han oído las palabras «voy a ganar», como en los anteriores. Eso sí, que nadie piense que es porque ha visto minada su confianza. Al contrario, en cuanto escarba un poco en las cifras no le duelen prendas en afirmar que «con lo recto que le estoy pegando no creo que haya nadie que esté jugando mejor que yo estos días», afirmó con una sonrisa. No cabe duda de que es de Bilbao y ejerce de fanfarrón en cuando tiene ocasión para ello. Pero de lo que está más orgulloso es de su nueva actitud en el campo, pues reconoce que «me veo con mucha paciencia, aceptando los golpes malos o los que no entran y esperando a que los siguientes sean mejores. En ese sentido me veo muy cambiado». Quizá a esta nueva sensación haya contribuid­o el giro que le va a dar a su vida personal, pues se ha prometido con su novia Kelley Cahill. «Nos hace mucha ilusión casarnos, aunque no va a ser nada inmediato. Haremos una ceremonia en España y otra en Estados Unidos, pero aún no tenemos fecha».

Exceso de pegada Después de dos cortes fallados en los majors, vieron que estaba tan fuerte que no medía la distancia

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EFE Jon Rahm está demostrand­o esta semana encontrars­e en el momento más fino de su carrera
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