ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Federico García Lorca, un legado para la Historia

El Centro Lorca de Granada alberga ya en su corazón de cámara acorazada la herencia del poeta, tras su traslado este verano desde la Residencia de Estudiante­s de Madrid

- LEO RAMA GRANADA

Más de 5.000 archivos de un valor difícil de tasar en lo económico e incalculab­le en lo cultural. Un legado de toda una vida –breve, la de Federico– y para toda la larga vida que le espera en Granada, su Granada. La herencia documental ha llegado ya y para quedarse después de dos décadas desde que empezó a proyectars­e el Centro Lorca, el lugar ideado para albergar en su corazón de cámara acorazada los dibujos, cartas, poesías, fotografía­s, carteles y libros de uno de los artistas españoles del siglo XX más reconocido­s en el mundo entero y que dentro de pocos años pasará a ser de titularida­d pública.

El legado de Federico García Lorca se compone de 46 dibujos originales. También manuscrita­s, cerca de 2.400 cuartillas con muestras de poesía, teatro y prosa, además de la correspond­encia que mantenía el poeta: 176 cartas enviadas a su familia y más de 2.000 folios del epistolari­o que él mismo recibió. El archivo fotográfic­o incluye un millar de fotografía­s. Además, están las partituras elaboradas por Lorca y varios cientos de las que conservó en vida, al igual que su biblioteca personal, otra de las partes de esta importante herencia.

Palabra viva

«La maravilla de estas cajas es que contienen muchas historias, eso no tiene fin, porque cada persona que se acerca, sea quien sea, tiene una mirada nueva». En un receso durante las labores de acomodació­n del archivo en la cámara acorazada, Laura García Lorca, sobrina del poeta, habla de sus sensacione­s tras la llegada del legado. En la Plaza de la Romanilla, a las puertas del museo, habla del Centro Lorca como una «oportunida­d» para Granada, donde cree que el espacio dedicado a su tío «puede ocupar un lugar de excelencia internacio­nal en todas las facetas en las que él trabajó, con especial hincapié en la literatura».

Son las cartas lo que más llama la atención de Laura García Lorca, buena conocedora del legado, con el que prácticame­nte se ha criado desde niña, cuando no podía imaginar que sería ella la encargada de velar por todos esos papeles en los que se evidencia la «viveza» de sus trazos caligráfic­os: «Da la sensación de que está recién escrito… Lo lees y puedes oírle». Las palabras, comenta, parecieran no estar en las páginas, sino tener «una existencia propia», como si Federico hubiera podido adelantars­e a los acontecimi­entos.

Lugar de luz

«Cada mirada que se acerca a Federico es única», apunta Laura, sabedora de la «intuición» que tenía el poeta, quien parecía atisbar su trágico final. Son múltiples los ejemplos, que no solo se habrían limitado a su propia vida, sino que es también parte de ese legado familiar que ha permanecid­o hasta nuestros días. La sobrina del autor de «Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores» confiesa que precisamen­te se identifica­ba con esa obra «durante los años en que el Centro Lorca estuvo cerrado», una etapa que ha quedado atrás y ha dejado paso a una nueva, aunque ella no la pueda olvidar.

«Pasaba por aquí y Doña Rosita se hacía muy viva», reconoce, antes de citar un fragmento del monólogo final: «Sabía que se había casado. […] Lo sabían todos y yo me encontraba señalada por un dedo que hacía ridícula mi modestia de prometida Cada año que pasaba era como una prenda íntime que arrancaran de mi cuerpo. Y hoy se casa una amiga y otra y otra, y mañana tiene un hijo y crece, y viene a enseñarme las notas de su examen, y hacen casas nuevas y canciones nuevas, y yo igual, con el mismo temblor, igual; yo, lo mismo que antes. […] Quiero huir, quiero no ver, quiero quedarme serena, vacía (¿no tiene derecho una obre mujer a respirar con libertad?). Y sin embargo la esperanza me persigue, me ronda, me muerde; como un lobo moribundo que apretara sus dientes por última vez». Laura García Lorca, dolida, trata ahora de arrojar luz sobre este espacio marcado por los claroscuro­s de los últimos años. «He sentido que el que Lorca tuviera familia era como un estorbo, cuando lo único que hemos hecho ha sido poner a disposició­n de todos el legado», se lamenta: «A mí me resulta raro que ahí se interprete que ha habido algún tipo de bloqueo, como sí hubo durante el franquismo, cuando quisieron justificar el crimen… Mi familia tuvo especial cuidado en que no pudieran llevar a Lorca a su terreno y que pudieran suavizar el crimen».

Fue precisamen­te la familia García Lorca quien se encargó de preservar su memoria. Y lo hicieron mientras se desprendía­n del legado en los años 80 para crear la fundación que lleva el nombre del poeta y gracias a la cual ha sido posible «ordenar, catalogar y difundir esos papeles»: «Mi padre y mis tías se dedicaron a recopilar todo lo que estaba disperso por el mundo, esa labor fue la más importante». El legado de Lorca es fruto de ese arduo trabajo de compilació­n a partir de unos pocos legajos que su familia dejó en la caja fuerte de un banco antes de marchar a Estados Unidos tras el asesinato de Federico, un episodio –el final es la mitad de cualquier historia– que Lau-

TRAS EL VERANO Sus restos volverán a ser buscados. Su familia no quiere: «Es poco respetuoso»

ra García Lorca cree que está siendo «desvirtuad­o» con las nuevas teorías sobre los motivos del asesinato: «Me parece ridículo querer reducir el crimen a una cuestión de lindes, a unas rencillas familiares… El crimen fue fundamenta­lmente por motivos políticos y sobre todo sociales».

Nueva búsqueda

Al margen de la discusión sobre si primó su homosexual­idad, o los apoyos a la República o la pujanza económica de su familia, o todo a la vez porque «está conectado», Laura García Lorca insiste en la necesidad de no remover su memoria ni la tierra en la que derramó su sangre: «Nunca hemos querido impedir que los demás busquen a los suyos, es un derecho, pero nosotros no estamos buscando al nuestro». ¿Por qué? La respuesta está en el simbolismo que caracteriz­a la propia obra de Federico: «Tiene mucha más fuerza que esté mezclado con los demás en una fosa común».

«Es poco respetuoso que se pongan a hacer agujeros y busquen entre los restos para encontrar los del famoso», comenta sobre la excavación que tendrá lugar después del verano, cuando la Junta de Andalucía emprenderá una nueva búsqueda en el parque de Alfacar que lleva el nombre del poeta, con base a una vieja teoría: «Han dado ya tantas versiones… A mí me resulta raro que encontrara­n huesos durante la construcci­ón del parque y los volvieran a esconder, es inverosími­l», remacha la sobrina del poeta.

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Generación del 27 Músico, poeta y dramaturgo, es uno de los artistas españoles más importante­s del siglo XX
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FOTOS: JAVIER ALGARRA, RAMÓN L. PÉREZ, ABC Y EFE Laura García Lorca, sobrina del poeta, ayudó en las labores de mudanza a Granada del extenso archivo, compuesto por 5.000 documentos de incalculab­le valor

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