YO SOY TU ESPEJO

No creo que nadie haya podido sentirse confundido sobre lo que soy

Mi mujer se enfada cuando escribo sobre aspectos de mi vida que le afectan. Reconozco sus motivos para enfadarse. Pero yo soy uno que escribe y lo llevo siendo desde que tenía 9 años. No creo que nadie haya podido sentirse confundido sobre lo que soy y hago, porque si hay algo que hasta mis más furibundos enemigos tienen que concederme es que ha habido siempre una línea clarísima.

Los límites de la literatura –Oscar Wilde lo dice– son los límites de la inteligencia. No pretendo tener razón ni fijar una categoría moral al respecto. Sólo digo que éste soy yo y que lo he sido siempre de un modo visible e inequívoco. No sé por qué escribo, ni por qué escribo así, ni por qué no me da vergüenza escribir sobre lo más íntimo de mi vida.

Pero sé dos cosas. La primera es que no podría dejar de hacerlo y que en cualquier edad o periódico he forzado el espacio que tenía hasta caber totalmente en él. He cambiado de opinión, de obsesiones y hasta de amigos. Pero siempre he pensado que la vida reclama ser escrita en su sordidez y en su esplendor, que sólo me interesan mis anécdotas cuando puedo elevarlas a metáfora para que cada lector pueda sentirse comprendido y que cada artículo se justifica por sí mismo. También sé que el amor es puro pero que los sentimientos no lo son y que no podemos querernos a trocitos. El amor es una isla a poniente pero los sentimientos ensucian y no hay modo de amar sin dolor, sin la parte de odio, sin renuncia. Si no me gustaran tus defectos no habría podido enamorarme de ti. Si no te admirara no podría quererte. Yo no soy uno que se dedica a escribir sino uno que escribe sin red y sin rehenes: el júbilo, los asuntos mundanos y los trenes que me oscurecen.

No digas que la menta o el tomillo pues siempre fuimos felices así, y que haya vivido para nombrarte las cosas te ha abierto a mundos que ni en cien mil vidas sin mí habrías podido conocer. Dijiste que no era más que polvo y el polvo se rió de ti, y hoy ya no puedes distinguir entre marcharte y volver. Yo soy tu espejo y lo que los demás mastiquen importa mucho menos de lo que crees.