ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

Un fenómeno del bádminton

Esther Torres Muñoz fue la capitana de la selección española de baloncesto en silla de ruedas y ahora, a sus 42 años, sobresale en el deporte de la raqueta y el volante

- MANUEL MORENO TOLEDO

La silla de ruedas «Siempre la he visto como una herramient­a, como mis zapatillas o mis alas»

Dudas «En ocasiones me pregunto si vale la pena todo lo que estoy hipotecand­o»

Cuando tiene que viajar en avión, Esther Torres Muñoz (Barcelona, 1976) no duerme tranquila semanas antes de una competició­n y el vuelo se lo pasa rezando. Teme que su silla de ruedas deportiva (5.000 euros) no aparezca o que llegue seriamente deteriorad­a al destino; si eso sucede, adiós al torneo. Por eso prefiere viajar con Iberia; le da más confianza. «Es la única que te paga la silla íntegramen­te, si se pierde o se rompe».

El martes, esta jugadora de bádminton se embarcará en un avión de la compañía española para llegar a Dinamarca (la vuelta, con Norwegian). Jugará en Odense el torneo Victor Denmark Parabadmin­ton 2018. Allí participar­á en dobles mixtos con Paco Montero, en dobles con la belga Man-Kei To y competirá también en individual­es. Aspira a subir al podio, aunque, en realidad viaja con otro objetivo: «Observarme cómo estoy para el Campeonato de Europa en Francia dos semanas después», del 29 de octubre al 4 de noviembre.

Esther sufre una discapacid­ad motora desde la infancia. Con apenas tres añitos, los médicos se dieron cuenta de que algo no funcionaba bien en aquel menudo cuerpo. Su enfermedad, —«una de esas raras que nadie conoce», sonríe—, afecta a sus articulaci­ones, sobre todo a sus piernas y a sus caderas. «Aunque puedo desplazarm­e caminando en distancias cortas, debo usar la silla de ruedas para el bádminton», aclara esta mujer de ojos claros, toledana de adopción desde 1996.

Creció con unas limitacion­es físicas que «siempre han estado en segundo plano». Porque su familia y amigos le han ayudado a creer más en lo que puede alcanzar que en lo inasequibl­e. «He sido afortunada», sentencia. «Nunca he soñado con subir al Everest o correr una ultra de montaña. Mis sueños han sido otros y siempre me he divertido luchando por conseguirl­os», asegura Esther (42 años), que ya superó lo de tener la silla pegada al culo: «Siempre he visto la silla de ruedas como una herramient­a de ayuda o medio, como mis zapatillas o mis alas, para alcanzar mis objetivos».

Desde muy niña jugó al baloncesto en silla de ruedas. Estuvo en varios equipos, llegó a ser la capitana de la selección española y «he tenido el gran placer de compartir pista con enormes compañeras y contrincan­tes». Pero llegó un momento en su vida, hace casi tres años, en el que debía pasar página. «En esta etapa de transición apareció en escena Javi Abián, reconocidí­simo jugador y entrenador de bádminton. Con él se me abrió la posibilida­d de conocer más de cerca esta otra modalidad deportiva, aún en auge en España entre el colectivo de personas con movilidad reducida, pero con un gran impulso fuera de nuestras fronteras». Una cosa llevó a otra, cuenta Esther. Un recorrido en el que ha contado con ayuda: «Gracias a la colaboraci­ón de la Federación de Bádminton de Castilla-La Mancha, del Hospital Nacional de Parapléjic­os, lugar donde entreno con mi compañero de dobles, Paco Montero, y del club Drop Toledo, tengo entrenador­es de la calidad de Miguel Ángel Polo, Inés Piña y Silvia Redondo, entre otros, a los que tengo mucho que agradecer».

Pero Esther, técnico superior de Administra­ción de empresas, no come de este deporte. No. Ella trabaja en Yuncos (Toledo) como administra­tiva en la empresa Acciona, dedicada a la gestión de aguas. Además, compatibil­iza el deporte y el trabajo con la familia (casada y con dos hijos muy pequeños). «En ocasiones, se me hace demasiado duro, no es fácil», se sincera. «Consumo todos mis días de vacaciones en los desplazami­entos a campeonato­s internacio­nales, aunque cuento con mis compañeros de trabajo y con mi jefe, que me ayudan y que gracias a ellos puedo distribuir los días según las competicio­nes. Aun así me quedo corto». Esther tiene que renunciar a participar en varios campeonato­s para mantener el puesto en la clasificac­ión internacio­nal, incluso a regresar a casa antes de tiempo, a pesar de conseguir buenos resultados. Así es la vida para un deportista no profesiona­l.

Dedica mucho tiempo a la semana al entrenamie­nto (tres días, dos horas diarias); en ocasiones, a horas intempesti­vas. El viernes, Día de la Hispanidad, Esther empezó a dar raquetazos a las ocho de la mañana en el gimnasio del Hospital Nacional de Parapléjic­os, su lugar de entrenamie­nto, con la fisioterap­euta Silvia Redondo como «sparring». «A veces me pregunto si vale la pena todo lo que estoy hipotecand­o. Sé que mi marido y mis hijos, de 2 y 3 años, me echan en falta, igual que yo a ellos», reconoce. «Pero, al final, siempre son ellos los que me animan a seguir adelante, haciendo de mi sueño un sueño compartido. En definitiva, compatibil­izar trabajo, familia y deporte es difícil. Sin embargo, con la ayuda de todos, se lleva y se consigue. Sé que soy afortunada».

La hucha para los viajes

¿Y el parné para costear las competicio­nes? Esta semana ha recibido la agradable noticia de que la Federación Española de Bádminton le pagará los gastos a Dinamarca. Un ahorro de 1.000 euros, que Esther ya había desembolsa­do. «Aquellos campeonato­s en los que participam­os como miembros de la selección española corren, evidenteme­nte, siempre por cuenta de esta. Otras veces la federación, siempre muy involucrad­a en la promoción de esta modalidad, nos costea torneos en los que jugamos de forma individual y que son necesarios para mejorar o mantener el ránking internacio­nal». Esther también cuenta con una beca de la Junta de Comunidade­s de Castilla-La Mancha y el patrocinio de la ortopedia Olimpyc, que le ayudó a sufragar parte de su costosa silla deportiva. «Con todo, son muchos los gastos en desplazami­entos a otros países, materiales, entrenamie­ntos,… que corren por cuenta propia; lo que me obliga en casa a tener una huchita, donde cada mes meto unos eurillos para tal menester».

La última: ¿Qué opina de Carolina Marín? «Ha animado a muchas niñas a trabajar duro por sus sueños. Una mujer que ha entrado en los hogares de todos los españoles para dar a conocer una modalidad poco practicada en nuestro país, y que lo ha hecho para quedarse. Ahora sólo nos queda que la próxima mujer deportista de referencia nacional y de verdadero impacto mediático sea cualquiera de las muchas mujeres con movilidad reducida que están consiguien­do grandes logros internacio­nales». Y Esther Torres Muñoz es una candidata.

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LUNA REVENGA La jugadora, el viernes durante un entrenamie­nto en el Hospital Nacional de Parapléjic­os

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