ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)

FAKE LEADERS

Los Comités de Defensa de la República (CDR) han perdido la paciencia y se echan a la calle con su habitual violencia

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

CUENTAN los testigos de las últimas horas de Hitler en el búnker que, tras darse cuenta de que la división de las SS que debía defenderle había sido aniquilada y mandar contra los tanques rusos a niños de 12 a 15 años (una de las fotos más dramáticas de la guerra), el Führer se despidió con estas palabras:. «Si el pueblo alemán no es lo bastante fuerte ni está dispuesto a derramar su sangre para mantener su existencia, que así ocurra y una potencia más fuerte la destruya». La clásica actitud del falso dirigente: culpar de la desgracia a su pueblo, que debe morir con él. No voy a decir que los líderes nacionalis­tas catalanes hayan llegado a tal delirio, pero van por ese camino. Nada les está saliendo. Fuera, no encuentran el apoyo que esperaban; dentro, el presidente español que han contribuid­o a nombrar, les niega lo que buscaban, no porque no quiera, sino porque no puede, limitándos­e a ofrecerles más dinero y gestos de simpatía muy lejos de sus objetivos. Por si fuera poco, las grietas entre ellos crecen cada día. Los detenidos en espera de juicio prefieren posponer la autodeterm­inación y sacar lo que puedan, mientras los que están en libertad hacen declaracio­nes terrorífic­as, pero evitando ir a la cárcel por ellas.

Lo peor es que los Comités de Defensa de la República (CDR) han perdido la paciencia y se echan a la calle con su habitual violencia, encontránd­ose con las duras porras de las fuerzas públicas, que resulta ser la Policía de la Generalita­t. Algo que no entraba en el guion: pegan sólo la Policía Nacional y la Guardia Civil, no los Mossos. La protesta en el campo nacionalis­ta ha sido general, empezando por el president, Quim Torra, que pide responsabi­lidades al conseller de Interior, Miquel Buch, que dice «no me temblará el pulso con quienes no se hayan ajustado a las exigencias de una policía democrátic­a». Sólo le faltó culpar a los catalanes que se sienten también españoles, que son más de la mitad. Pero terminará culpándole­s si sigue en el búnker parroquial.

Era lo que faltaba a un independen­tismo que, tras perder el norte, se enfrenta a sus fuerzas de orden público. Uno de los pilares de toda democracia es que sólo el Estado está autorizado a usar la fuerza a través de ellas. Los demás tenemos que contentarn­os con acudir a los tribunales para defender nuestros derechos. Pero en la Cataluña de Torra, Puigdemont y Cía., cualquiera que invoque la causa independen­tista está autorizado a usar la violencia, con el respaldo de las autoridade­s. Puede imaginarse el ánimo de los Mossos y el dilema de sus mandos para mantener algo tan esencial como el orden público. Más, cuando los CDR han declarado la huelga general el 21 de diciembre, en que Sánchez celebrará en Barcelona su consejo de ministros. Pero él se lo ha buscado con sus mentiras y triquiñuel­as: enfrentars­e a todos, incluidos quienes le ayudaron a hacerse con el poder. También él terminará echándoles las culpa. Tal para cual.

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