ABC (Toledo / Castilla-La Mancha)
FAKE LEADERS
Los Comités de Defensa de la República (CDR) han perdido la paciencia y se echan a la calle con su habitual violencia
CUENTAN los testigos de las últimas horas de Hitler en el búnker que, tras darse cuenta de que la división de las SS que debía defenderle había sido aniquilada y mandar contra los tanques rusos a niños de 12 a 15 años (una de las fotos más dramáticas de la guerra), el Führer se despidió con estas palabras:. «Si el pueblo alemán no es lo bastante fuerte ni está dispuesto a derramar su sangre para mantener su existencia, que así ocurra y una potencia más fuerte la destruya». La clásica actitud del falso dirigente: culpar de la desgracia a su pueblo, que debe morir con él. No voy a decir que los líderes nacionalistas catalanes hayan llegado a tal delirio, pero van por ese camino. Nada les está saliendo. Fuera, no encuentran el apoyo que esperaban; dentro, el presidente español que han contribuido a nombrar, les niega lo que buscaban, no porque no quiera, sino porque no puede, limitándose a ofrecerles más dinero y gestos de simpatía muy lejos de sus objetivos. Por si fuera poco, las grietas entre ellos crecen cada día. Los detenidos en espera de juicio prefieren posponer la autodeterminación y sacar lo que puedan, mientras los que están en libertad hacen declaraciones terroríficas, pero evitando ir a la cárcel por ellas.
Lo peor es que los Comités de Defensa de la República (CDR) han perdido la paciencia y se echan a la calle con su habitual violencia, encontrándose con las duras porras de las fuerzas públicas, que resulta ser la Policía de la Generalitat. Algo que no entraba en el guion: pegan sólo la Policía Nacional y la Guardia Civil, no los Mossos. La protesta en el campo nacionalista ha sido general, empezando por el president, Quim Torra, que pide responsabilidades al conseller de Interior, Miquel Buch, que dice «no me temblará el pulso con quienes no se hayan ajustado a las exigencias de una policía democrática». Sólo le faltó culpar a los catalanes que se sienten también españoles, que son más de la mitad. Pero terminará culpándoles si sigue en el búnker parroquial.
Era lo que faltaba a un independentismo que, tras perder el norte, se enfrenta a sus fuerzas de orden público. Uno de los pilares de toda democracia es que sólo el Estado está autorizado a usar la fuerza a través de ellas. Los demás tenemos que contentarnos con acudir a los tribunales para defender nuestros derechos. Pero en la Cataluña de Torra, Puigdemont y Cía., cualquiera que invoque la causa independentista está autorizado a usar la violencia, con el respaldo de las autoridades. Puede imaginarse el ánimo de los Mossos y el dilema de sus mandos para mantener algo tan esencial como el orden público. Más, cuando los CDR han declarado la huelga general el 21 de diciembre, en que Sánchez celebrará en Barcelona su consejo de ministros. Pero él se lo ha buscado con sus mentiras y triquiñuelas: enfrentarse a todos, incluidos quienes le ayudaron a hacerse con el poder. También él terminará echándoles las culpa. Tal para cual.